El
hecho de haber respondido al llamamiento del Padre para venir a salvación en el
presente siglo no implica que nuestra naturaleza haya cambiado sino que está en
proceso de conformarse a la imagen de Cristo, esto implica que cuestiones
relacionadas con nuestro ego siguen presente en nosotros, cuestiones que si no
las sabemos manejar pueden afectar nuestra edificación.
Entre
estas cuestiones tal vez la más significativa sea aquella donde podemos llegar
a considerarnos más que los demás o bien dejar que los demás nos hagan sentir
menos.
La
primera curiosamente deviene del mismo llamamiento al que hemos respondido ya
que al considerarnos salvos, mientras que los demás no lo son, podemos a llegar
a creer que somos más o mejores, pero la realidad es que el llamamiento que el
Padre nos hizo nada tuvo que ver con nosotros, con lo que somos o tenemos, sino
que vino de manera gratuita por Su pura misericordia y eterno amor.
Por
el contrario, el haber respondido al llamado del Padre genera en nosotros una
obligación de ir a todo el mundo proclamando el Evangelio para que aquel que
responda de igual forma sea salvo ya que, como dice la Escritura “¿cómo, pues,
invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien
no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como
está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los
que anuncian buenas nuevas!”, ¿o habrá alguna acción nuestra que pueda reflejar
mayor caridad hacia los demás a saber poner a disposición de todos la vida
eterna que el Padre nos ofrece por medio de Su Hijo Jesucristo?, no lo creo.
La
otra cuestión que se debe cuidar, como se mencionó, es dejar que los demás nos
hagan sentir menos. Esto porque aquella vida que hemos elegido vivir en
obediencia al Padre puede dar como consecuencia señalamientos, juicios, e
incluso tribulación por parte del mundo, pero la Palabra claramente nos dice “Bienaventurados
sois cuando os vituperaren y os persiguieren, y dijeren de vosotros todo mal
por mi causa, mintiendo. Gozaos y alegraos; porque vuestra merced es grande en
los cielos: que así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros”.
También esto de sentirnos menos puede ser el resultado de ver como los impíos
prosperan, de igual forma ¿qué nos dice la Escritura?, “No te irrites a causa
de los malhechores; no tengas envidia de los que practican la iniquidad porque
como la hierba pronto se secarán, y se marchitarán como la hierba verde”.
El llamamiento al que hemos respondido no es cosa menor
tiene como meta llegar a ser reyes y sacerdotes con Cristo en el reino venidero
y alcanzar la vida eterna como hijos de Dios, pero eso no es ni para
vanagloriarnos ante los demás ni para desanimarnos por lo que ahorita tengamos
que padecer, al contrario, en ambas situaciones buscar responder conforme a la
voluntad del Padre y para Su mayor gloria en Cristo Jesús, después de todo en
el camino a la excelencia dos cosas debes cuidar: creerte más que los demás y
que los demás hagan creerte menos.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Romanos
8:29; 1 Corintios 15:49; Efesios 2:8-11; Romanos 3:24; Marcos 16:15-18; Mateo
28:19; Romanos 10:14-15; Hechos 8:31; Mateo 5:11-12; 1 Pedro 4:14; Salmos 37:1-2;
Proverbios 23:17-18; Revelación 1:6; 5:10
No hay comentarios:
Publicar un comentario