No hay cristiano que viniendo a salvación al haber
respondido el llamamiento del Padre en el presente siglo no tenga en su mente y
en su corazón las promesas que al respecto se nos han hecho, promesas que
despiertan en cada uno de los redimidos sentimientos de esperanza, de gozo, con
todo y todo si no hay acciones que nos lleven a andar por el Camino dichas
promesas permanecen sólo como palabras, bonitas, sí, pero sólo palabras al fin.
La salvación viene por aceptar el sacrificio
redentor de Cristo, esto es innegable y es la base fundamental de la fe
cristiana, pero de igual forma la Escritura contiene para los llamados a
salvación el exhorto a poner por obra esa fe que se dice tener, ¿para qué? para
la propia edificación, para la edificación de Cuerpo de Cristo y como
testimonio ante las naciones al ser ante ellas sal de la tierra y luz del
mundo.
Dios nos escogió “antes de la fundación del
mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de Él”, esto implica en
poner por obra Su voluntad, voluntad expresada en Su Ley, “porque no son los
oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán
justificados”, es por ello que debemos trabajar en la propia edificación, “Porque
somos hechura [de Dios], creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las
cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas”.
Pero el trabajo cristiano no es egoísta, de
provecho particular, sino que la edificación particular, cuando es conforme a
la voluntad del Padre, trae impacto positivo en el Cuerpo de Cristo, la iglesia
de Dios, “pues así como en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los
miembros tienen la misma función” de igual forma en la Congregación ya que “conforme
al funcionamiento adecuado de cada miembro, [se] produce el crecimiento del
cuerpo para su propia edificación en amor”.
De igual forma, el poner por obra la fe que
uno dice tener, aparte de la edificación personal de cada uno y grupal de la
Congregación, deviene en testimonio ante las naciones siendo ante ellas sal de
la tierra y luz del mundo.
Dado lo relevante que es en el llamado el
poner por obra nuestra fe, Jacobo, el hermano de Jesús, exhorta en su carta
diciendo “sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos
a vosotros mismos. Porque si alguno es
oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que
considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y
luego olvida cómo era. Más el que mira
atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no
siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en
lo que hace”.
Estamos llamados a poner por obra nuestra fe,
a dar fruto —y frutos en abundancia— poniendo a trabajar nuestros talentos
recordando las palabras de Cristo “porque al que tiene, le será dado, y tendrá
más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado”, después de todo sueños
sin acciones es como tener la semilla de un árbol muy frondoso ¡en un cajón!
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Efesios 1:4; Romanos 2:13; Juan 13:17; Romanos
12:4; Efesios 2:10; Colosenses 3:10; Efesios 4:16; Isaías 43:10; Mateo 5:13-16;
Santiago 1:22-25; Mateo 25:14-30
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