En la vida cristiana, aunque la salvación es
personal, esto no implica un egoísmo centrado en el propio andar, en la propia
justificación y santificación, sino que aunada a esa salvación personal está la
responsabilidad que como parte del Cuerpo de Cristo se comparte.
Pablo, en su primer carta a los de Tesalónica,
los insta a animarse unos a otros, a edificarse unos a otros, y sobre esto mismo
escribiendo a los Hebreos hace un mayor énfasis al señalar “Antes exhortaos los
unos a los otros cada día, mientras todavía se dice: Hoy; no sea que alguno de
vosotros sea endurecido por el engaño del pecado”.
A diferencia de lo anterior, el espíritu del
engaño puede hacer pensar al creyente que no tiene responsabilidad para con su
hermano, algo así como cuando Caín le respondía a Dios que él no era guardián
de su hermano, pero de igual forma ese espíritu puede llevar a una actitud
puntillosa respecto del hermano que coloque a quien piensa así en juez,
corrector y guía del otro, ¿entonces?
La Escritura señala en boca de Dios, que “cuando
oigas la palabra de mi boca, adviérteles de mi parte. Cuando yo diga al impío:
``Ciertamente morirás, si no le adviertes, si no hablas para advertir al impío
de su mal camino a fin de que viva, ese impío morirá por su iniquidad, pero yo
demandaré su sangre de tu mano. Pero si tú has advertido al impío, y éste no se
aparta de su impiedad ni de su camino impío, morirá él por su iniquidad, pero
tú habrás librado tu vida. Y cuando un justo se desvíe de su justicia y cometa
iniquidad, yo pondré un obstáculo delante de él, y morirá; porque tú no le
advertiste, él morirá por su pecado, y las obras de justicia que había hecho no
serán recordadas, pero yo demandaré su sangre de tu mano. Sin embargo, si tú
has advertido al justo para que el justo no peque, y él no peca, ciertamente
vivirá porque aceptó la advertencia, y tú habrás librado tu vida”.
Las palabras de aliento, de exhorto, deben
formar parte de las conversaciones entre los hijos de Dios, de igual forma la
instrucción y corrección fraterna, pero el límite está dado por el libre
albedrío del otro: si escucha se habrá salvado, si no, se habrá perdido, pero
en ambos casos quien con un sentido fraternal le tendió la mano habrá hecho lo
que le corresponde.
El trabajo del cristiano mientras avanza en el
Camino, consiste en no
conformarse a este siglo sino más bien a transformarse por la renovación del
alma para así experimentar cuál sea la
buena voluntad de Dios, agradable y perfecta, con todo y todo tiene una
responsabilidad para con el hermano de ayudarle, en la medida de lo posible, a
alcanzar también las promesas dadas por el Padre, después de todo llegar a tus metas te hace exitoso, pero además
ayudar que otros lleguen a las suyas te hace trascendente.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
1 Tesalonicenses 5:11; Efesios 4:29; Hebreos
3:13; 10:24; Génesis 4:9; Ezequiel 3:16-21; Jeremías 1:17; Romanos 12:2; Efesios
4:23; Colosenses 3:10
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