Un hecho de la vida humana es que cuando se tarda
algo en conseguirse, esa misma tardanza puede hacer mella en el buen ánimo de aquel
que procura alcanzar alguna meta u objetivo. Esto no es diferente de la vida
espiritual.
Desde el mismo inicio de la predicación del
Evangelio hubo gentes que viendo que Cristo no regresaba, comenzaron a dudar el
mensaje, sobre estos Pedro en su primer carta señala “en los postreros días
vendrán burladores, andando según sus propias concupiscencias, y diciendo:
¿Dónde está la promesa de su advenimiento? Porque desde el día en que los
padres durmieron, todas las cosas permanecen así como desde el principio de la
creación”, más sin embargo a continuación Pedro aclara esta situación al decir
que “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino
que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que
todos procedan al arrepentimiento“.
Entonces, ¿cuál debe ser la actitud del cristiano?
Pablo escribiendo a los Filipenses aclara esto y no sólo como un discurso,
inspiracional, sí, pero discurso al fin, sino como algo que él mismo había
experimentado cuando dice que “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea
perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui
también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya
alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y
extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo
llamamiento de Dios en Cristo Jesús”.
Con todo y todo Pablo reconoce lo comentado al
principio, es decir, que nuestra condición carnal actual, ante el advenimiento
de Cristo que no se produce, puede hacer
mella en nuestro ánimo, es por ello que escribiendo a los de Galacia los
exhorta diciendo “no nos cansemos de hacer el bien, porque a su debido tiempo
cosecharemos si no nos damos por vencidos”.
Si uno está pendiente de aquello que aún no logra,
de aquello que aún no consigue, es más factible que el desánimo lo abrume pues
no puede con certeza saber cuándo se conseguirá lo deseado; si esto es verdad
en la vida carnal más lo es en la vida espiritual, por lo que todos los
consejos que nos da la Escritura giran a permanecer firmes, velar, orar, seguir
en el Camino, esforzándonos, con la mirada puesta en las promesas, no en lo que
falta para conseguirlas, por ello Pablo en su primer carta a los de Corinto los
insta diciendo “¿No saben que los que corren en el estadio, todos en verdad
corren, pero sólo uno obtiene el premio? Corran de tal modo que ganen”.
Si así hacemos, que alegría en aquel entonces, cuando
habiendo permanecido fieles, oigamos de
nuestro Señor Jesucristo las palabras “¡Hiciste bien, siervo bueno y fiel! En
lo poco has sido fiel; te pondré a cargo de mucho más. ¡Ven a compartir la
felicidad de tu señor!”, después de todo el nadador no se pregunta cuánto le
falta para la orilla, se concentra en nadar y cuando menos lo piensa ha llegado
a su meta.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
2 Pedro 3:3-4, 9; Jeremías 17:15; Mateo 16:27;
Job 34:11; Salmos 62:12; Filipenses 3:12-14; Gálatas 6:9; 1 Corintios 9:24; 1
Corintios 9:23; Mateo 25:21; Lucas 16:10
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