martes, 10 de diciembre de 2019

El nadador no se pregunta cuánto le falta para la orilla, se concentra en nadar y cuando menos lo piensa ha llegado a su meta



Un hecho de la vida humana es que cuando se tarda algo en conseguirse, esa misma tardanza puede hacer mella en el buen ánimo de aquel que procura alcanzar alguna meta u objetivo. Esto no es diferente de la vida espiritual.

Desde el mismo inicio de la predicación del Evangelio hubo gentes que viendo que Cristo no regresaba, comenzaron a dudar el mensaje, sobre estos Pedro en su primer carta señala “en los postreros días vendrán burladores, andando según sus propias concupiscencias, y diciendo: ¿Dónde está la promesa de su advenimiento? Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación”, más sin embargo a continuación Pedro aclara esta situación al decir que “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento“.

Entonces, ¿cuál debe ser la actitud del cristiano? Pablo escribiendo a los Filipenses aclara esto y no sólo como un discurso, inspiracional, sí, pero discurso al fin, sino como algo que él mismo había experimentado cuando dice que “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús.  Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante,  prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”.

Con todo y todo Pablo reconoce lo comentado al principio, es decir, que nuestra condición carnal actual, ante el advenimiento de Cristo que no se produce, puede  hacer mella en nuestro ánimo, es por ello que escribiendo a los de Galacia los exhorta diciendo “no nos cansemos de hacer el bien, porque a su debido tiempo cosecharemos si no nos damos por vencidos”.

Si uno está pendiente de aquello que aún no logra, de aquello que aún no consigue, es más factible que el desánimo lo abrume pues no puede con certeza saber cuándo se conseguirá lo deseado; si esto es verdad en la vida carnal más lo es en la vida espiritual, por lo que todos los consejos que nos da la Escritura giran a permanecer firmes, velar, orar, seguir en el Camino, esforzándonos, con la mirada puesta en las promesas, no en lo que falta para conseguirlas, por ello Pablo en su primer carta a los de Corinto los insta diciendo “¿No saben que los que corren en el estadio, todos en verdad corren, pero sólo uno obtiene el premio? Corran de tal modo que ganen”.

Si así hacemos, que alegría en aquel entonces, cuando habiendo permanecido fieles,  oigamos de nuestro Señor Jesucristo las palabras “¡Hiciste bien, siervo bueno y fiel! En lo poco has sido fiel; te pondré a cargo de mucho más. ¡Ven a compartir la felicidad de tu señor!”, después de todo el nadador no se pregunta cuánto le falta para la orilla, se concentra en nadar y cuando menos lo piensa ha llegado a su meta.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor



Referencias:
2 Pedro 3:3-4, 9; Jeremías 17:15; Mateo 16:27; Job 34:11; Salmos 62:12; Filipenses 3:12-14; Gálatas 6:9; 1 Corintios 9:24; 1 Corintios 9:23; Mateo 25:21; Lucas 16:10

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