martes, 24 de diciembre de 2019

La constancia del aire erosiona hasta la roca, la constancia en tus acciones vencerá cualquier obstáculo



Contrariamente a lo que pudiera creerse, la corona reservada para quienes con Cristo vayan a reinar, no es dada a aquellos que habiendo respondido al llamado del Padre han sido elegidos sino que lleva la condicionante de que estos hayan permanecido fieles hasta el final.

Lo anterior es importante tenerlo en cuenta ya que el pensar que dado que lo que es imposible para nosotros es posible para Dios puede llevar como consecuencia cierta desidia en nuestra vida espiritual, después de todo ¿para qué esforzarnos si no depende de nosotros el vencer sino que esto es gracias al Espíritu de Dios que mora en nosotros?

Si bien lo anterior es cierto, también lo es que un requisito para que el Espíritu de Dios permanezca en nosotros es que no lo contristemos, ¿o acaso será congruente, será lógico pensar que si pecamos voluntaria, conscientemente, estaremos en gracia ante el Padre?, “¿Qué, pues, diremos? [—escribió Pablo—]  ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?”.

Claro que una cosa es que, dada nuestra actual fragilidad, tropecemos en nuestro andar, caigamos, pequemos, pero a cada caída debe seguir arrepentimiento ya que “si alguno peca, Abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo”, y ese arrepentimiento llevarnos a mejorar nuestro andar, pues como escribía Pablo, podemos estar “derribados, pero no destruidos”.

Esto es muy distinto a la actitud de desidia comentada al principio donde nos da igual vivir en caídos, abatidos, en pecado pues, sin esfuerzo alguno por avanzar en el Camino, “porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero,  y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio”.

“Con vuestra paciencia ganaréis vuestras almas” —decía Cristo a los de su tiempo y en la figura de ellos a todos los cristianos de todos los tiempos, incluyéndonos—, siendo que esa paciencia es el aguante que de nosotros se requiere para que, en tanto el Espíritu de Dios obra en nosotros, aguardemos y alcancemos el día de nuestra liberación donde plenamente como hijos del Padre le sirvamos en perfección y santidad, después de todo la constancia del aire erosiona hasta la roca, la constancia en tus acciones vencerá cualquier obstáculo.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor



Referencias:
Revelación 17:14; Efesios 4:30; 5:18; Proverbios 24:16; 1 Juan 2:1; 2 Corintios 4:8-9; Hebreos 6:4-6; 10:29; 1 Juan 3:2; 1 Corintios 13:12; 2 Corintios 3:18


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