miércoles, 31 de julio de 2019

Las cicatrices de tu lucha actual serán tus trofeos futuros cuando triunfes en tus metas



Una imagen que a veces nos cuesta entender, es la del cuerpo de gloria de Cristo resucitado, no por lo sobrenatural que esto implica para nuestra razón sino porque el mismo sigue presentando las heridas de la pasión.

La cita escritural nos muestra a Jesús diciéndole al Apóstol Tomás que viera sus manos traspasadas y su costado abierto, y no sólo eso sino incluso que los tocara para convencerse; de igual forma la profecía de Zacarías sobre Cristo en Su segunda venida lo muestra con las heridas en las manos que, en palabras proféticas de Jesús, recibió en casa de sus hermanos.

La Escritura y el testimonio de la iglesia muestra cómo es que a lo largo de la historia de la humanidad muchos hermanos y hermanas experimentaron vituperios y azotes, prisiones y cárceles, fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados. Sobre esto Pablo escribiendo a los Romanos señala como es que incluso en las tribulaciones puede uno gloriarse, sabiendo que la tribulación produce paciencia;  y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza;  y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en los corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado”.

Extendiéndose sobre este último punto, Pedro, en su segunda carta establece la dinámica que la edificación de uno ante Dios debe tener cuando exhorta a añadir a la fe, virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad;  a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor, ya que si estas cosas están en cada uno, y abundan, no dejará a nadie estar ocioso ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo”.

Si bien la tribulación es parte de la vida cristiana, Jesús mismo ha dejado palabras de consuelo y esperanza para animarnos: “Si el mundo os odia, sabéis que me ha odiado a mí antes que a vosotros” –dejo dicho nuestro Señor- pero agrega “en el mundo tenéis tribulación; pero confiad, yo he vencido al mundo”, y más aún: “regocíjense y alégrense, porque la recompensa en los cielos es grande, porque así persiguieron a los profetas que fueron antes”

Pablo escribiendo a los Filipenses les enseñaba que a los llamados a salvación en el presente siglo se les ha concedido por amor de Cristo, no sólo creer en El, sino también sufrir por El, y Pedro ampliando esto en su primer carta señala que antes bien, en la medida en que los llamados comparten los padecimientos de Cristo, deben regocijarse, para que también en la revelación de su gloria se regocijen con gran alegría.

Con todo y todo sabemos, como Pablo escribía a los Romanos, que los sufrimientos de este tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria que en los llamados, elegidos y fieles ha de ser revelada, siendo que al final, como presenta Juan en Revelación Dios mismo enjugará toda lágrima de los ojos de los que hallan vencido; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron, así que no olvides que las cicatrices de tu lucha actual serán tus trofeos futuros cuando triunfes en tus metas.



Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor



Referencias:
Juan 20:27-29; Zacarías 13:6; Hebreos 11:36-37; Romanos 5:3-5; 2 Pedro 1:5-11;  Juan 15:18; 16:33; Mateo 5:12; Filipenses 1:29; Hechos 14:22; 1 Pedro 4:13; 1 Tesalonicenses 3:3; Romanos 8:18; 2 Corintios 4:17; 1 Pedro 4:13; 5:1; Revelación 21:4



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