Una imagen que a veces nos cuesta entender, es la
del cuerpo de gloria de Cristo resucitado, no por lo sobrenatural que esto
implica para nuestra razón sino porque el mismo sigue presentando las heridas
de la pasión.
La cita escritural nos muestra a Jesús diciéndole al
Apóstol Tomás que viera sus manos traspasadas y su costado abierto, y no sólo
eso sino incluso que los tocara para convencerse; de igual forma la profecía de
Zacarías sobre Cristo en Su segunda venida lo muestra con las heridas en las
manos que, en palabras proféticas de Jesús, recibió en casa de sus hermanos.
La Escritura y el testimonio de la iglesia
muestra cómo es que a lo largo de la historia de la humanidad muchos hermanos y
hermanas experimentaron vituperios y azotes, prisiones
y cárceles, fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de
espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras,
pobres, angustiados, maltratados. Sobre esto Pablo escribiendo a los Romanos señala
como es que incluso en las tribulaciones puede uno gloriarse, sabiendo que la
tribulación produce paciencia; y la
paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza; porque el amor
de Dios ha sido derramado en los corazones por el Espíritu Santo que nos fue
dado”.
Extendiéndose sobre este último punto, Pedro, en su
segunda carta establece la dinámica que la edificación de uno ante Dios debe
tener cuando exhorta a añadir a la fe, virtud; a la virtud, conocimiento; al
conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia,
piedad; a la piedad, afecto fraternal; y
al afecto fraternal, amor, ya que si estas cosas están en cada uno, y abundan,
no dejará a nadie estar ocioso ni sin fruto en cuanto al conocimiento de
nuestro Señor Jesucristo”.
Si bien la tribulación es parte de la vida
cristiana, Jesús mismo ha dejado palabras de consuelo y esperanza para
animarnos: “Si el mundo os odia, sabéis que me ha odiado a mí antes que a
vosotros” –dejo dicho nuestro Señor- pero agrega “en el mundo tenéis
tribulación; pero confiad, yo he vencido al mundo”, y más aún: “regocíjense y alégrense,
porque la recompensa en los cielos es grande, porque así persiguieron a los
profetas que fueron antes”
Pablo escribiendo a los Filipenses les enseñaba que a
los llamados a salvación en el presente siglo se les ha concedido por amor de
Cristo, no sólo creer en El, sino también sufrir por El, y Pedro ampliando esto
en su primer carta señala que antes bien, en la medida en que los llamados
comparten los padecimientos de Cristo, deben regocijarse, para que también en
la revelación de su gloria se regocijen con gran alegría.
Con todo y todo sabemos, como Pablo escribía a
los Romanos, que los sufrimientos de este tiempo presente no son dignos de ser
comparados con la gloria que en los llamados, elegidos y fieles ha de ser
revelada, siendo que al final, como presenta Juan en Revelación Dios mismo enjugará
toda lágrima de los ojos de los que hallan vencido; y ya no habrá muerte, ni
habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron, así
que no olvides que las cicatrices de tu lucha actual serán tus trofeos futuros
cuando triunfes en tus metas.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Juan 20:27-29; Zacarías 13:6; Hebreos 11:36-37;
Romanos 5:3-5; 2 Pedro 1:5-11; Juan
15:18; 16:33; Mateo 5:12; Filipenses 1:29; Hechos 14:22; 1 Pedro 4:13; 1
Tesalonicenses 3:3; Romanos 8:18; 2 Corintios 4:17; 1 Pedro 4:13; 5:1; Revelación
21:4
No hay comentarios:
Publicar un comentario