miércoles, 24 de julio de 2019

Curiosamente lo que nos mueve a caminar es nuestro deseo de volar



El llamado que del Padre se recibe, si bien es de gracia, por Su infinita misericordia y eterno amor, no es un llamado que no contenga promesas, de hecho son promesas que exceden con mucho cualquier tribulación que en el  presente siglo pueda experimentarse, es más, esa tribulación produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria.

La Escritura, sobre la fe señala que la misma es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve, pues sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan. Así Hebreos 11, llamado al capítulo de los héroes de la fe, señala de ellos: éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra, y más aún todos éstos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido,  proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros.

Así que este andar no es, por así decirlo, de gratis, sino que sabemos la esperanza que a través de las promesas se nos han conferido, si pudiéramos decirlo en cierta forma, este andar terrenal nos lleva hacia galardones celestiales, y esto sólo es posible por la infinita misericordia y eterno amor el Padre.

Es interesante como Pablo plantea este andar cuando dice “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante,  prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”. Se menciona que es interesante por la imagen que pone en su dicho al señalar como es que, sin preocuparse por lo que ha quedado atrás, Pablo se extiende hacia adelante.

Cada uno de los elegidos, de igual forma, está llamado a extenderse hacia adelante, ese extenderse refleja el deseo de alcanzar algo que por nuestras propias fuerzas es inalcanzable, pero que evidencia nuestro deseo, nuestra intención, y que ante el Padre actúa como fe que nos es reputada por justicia, siendo que llegará el momento, si uno se mantiene fiel, si uno se mantiene extendiéndose, que las promesa pactadas serán conferidas ya que, como dice la Escritura “cuando Cristo, nuestra vida, sea manifestado, entonces vosotros también seréis manifestados con El en gloria”.

El andar por el Camino implica entender y reconocer el llamamiento del que del Padre se ha sido objeto de manera inmerecida, sólo por Su infinita misericordia y eterno amor, con todo y todo ese caminar no es vacío, sino que contiene promesas, promesas infinitas y eternas que en su momento el Padre nos entregará, es así como curiosamente lo que nos mueve a caminar es nuestro deseo de volar.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor



Referencias:
Romanos 8:18; 2 Corintios 4:17-18; 2 Timoteo 2:10; 1 Pedro 5:10; Hebreos 11:1, 6, 13, 39-40; Colosenses 3:4; Tito 2:13; Judas 1:21; 1 Pedro 1:5

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