Todos tenemos sueños en esta vida, pero a los que
por la infinita misericordia y eterno amor el Padre son llamados a salvación en
el presente siglo un sueño le es dado: la vida eterna y no sólo la vida eterna
sino la vida eterna como parte de la familia de Dios.
Es precisamente ese sueño lo que hace la diferencia
entre el creyente y el incrédulo ya que el mismo produce en el primero
esperanza y esa esperanza se traduce en fe, después de todo fe es la certeza de
lo que se espera, la convicción de lo que no se ve, ya que sin fe es imposible
agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le
hay, y que es galardonador de los que le buscan.
Así que tenemos aquí una ecuación, por así
decirlo, donde confluyen las variables relativas a creer, con convicción, en
que Dios cumplirá las promesas que a sus elegidos ha hecho, con todo y todo
falta una variable para completar la ecuación y es nuestra participación
activa, es participación activa está dada por las palabras de nuestro señor
exhortando “esforzaos por entrar por la puerta estrecha, porque os digo que
muchos tratarán de entrar y no podrán”.
Pablo escribiendo a los Efesios les aclaraba “por
gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de
Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”, luego entonces ¿a qué se refiere
Cristo con ese esfuerzo que debemos imprimir en el Camino?
El esforzarse en hacer la voluntad de Dios no implica
que por eso nos ganemos la salvación, la salvación es una dádiva de Dios dada a
los elegidos por medio del sacrificio redentor de Jesús, el esforzarse en el Camino
es la evidencia clara, concreta y tangible de que hemos aceptado esa salvación
y que nuestro deseo, nuestra esperanza, gira en torno a los promesas recibidas.
Si alguien te dijera que extendieras la mano
para darte un cheque de un millón de dólares y lo hicieras recibiendo esa
cantidad ¿implicaría que te lo has ganado?, para nada, sólo cumpliste lo que se
te pedía para recibir ese regalo. ¿Y si luego tiraras ese cheque?, obvio que
perderías la cantidad regalada. Pues de
igual forma aplica para la salvación: esta es un regalo de Dios para todos
aquellos elegidos que acepten el sacrificio redentor de nuestro Señor Jesús,
pero de igual forma se espera de nosotros ese “estirar la mano” para recibirlo,
que no ganarlo ni mucho menos merecerlo, y en ese mismo orden de ideas es
requisito no tirar el cheque de ese regalo para poder, a la venida de Cristo,
si somos considerados dignos, canjearlo por las promesas.
Las promesas que el Padre ha puesto en nuestro
corazón deben motivarnos a andar el Camino, buscando dar frutos de perfección y
santidad, sabiendo y reconociendo la dádiva que por su infinita misericordia y
eterno amor hemos recibido por medio del sacrificio redentor de Su Hijo y
buscando en contraparte cumplir su voluntad, después de todo para lograr
sueños... ¡lo primero es tenerlos!
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Romanos
6:23; Mateo 25:46; Juan 4:36; Efesios 2:19; Efesios 2:12; Filipenses 3:20; 1
Tesalonicenses 4:13; Hebreos 11:1, 2 Corintios 4:18; 6; Lucas 13:24; Mateo 7:13;
Efesios 2:8-9; Hechos 15:11; Romanos 3:24
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