miércoles, 3 de octubre de 2018

¿Que quieres arreglar el mundo? Excelente... ¿pero que tal si comienzas por mejorar el pequeño mundo que eres tú mismo?



Una verdad constante en la vida del cristiano es que no somos de este mundo, Pedro se refería a la iglesia de Dios como formada por extranjeros y peregrinos y Pablo escribiendo a los Filipenses les indicaba como es que su ciudadanía, así como la nuestra, está en los cielos.

¿Quiere decir lo anterior que el cristiano es entonces un apático de las cosas de este mundo? Para nada. Lo que pasa es que en su mente y en su corazón tiene muy claro el orden de prioridades sabiendo que lo primero en su vida es buscar el Reino de Dios y su justicia sabiendo que todo lo demás le vendrá por añadidura.

Con todo y todo hay que reconocer que como personas nos duele, nos molesta y nos indigna, la maldad, la injusticia, el desafuero que hay en el mundo y que quisiéramos que todo fuera ya diferente. Eso está bien, es señal de que no estamos llamados a lo que ahorita es, pero las prioridades no deben confundirse.

Independientemente de esto hay mucho que uno puede hacer por este mundo y esto lo refiere la Escritura como ser sal de la tierra y luz del mundo, para ello, uno debe vivir, no sólo confesar, los principios cristianos sobre los que se erige nuestra vida.

Pablo escribiendo a los Efesios les decía que fueran obedientes a sus patrones, con temor, temblor y sinceridad, y hablaba de cosas terrenales pero para el cristiano con un sentido que va más allá. También escribiendo a Timoteo, Pablo le dice que hay que pedir por los gobernantes para poder vivir una vida tranquila y sosegada, de nueva cuenta cosas terrenales pero vistas de manera espiritual.

De igual forma, Santiago, escribiéndoles a los que habían venido a la fe, los llama a tener obras que muestren esa fe y entre las cuales ejemplifica el vestir al desnudo, el dar pan al hambriento, por cierto esto lo retoma de aquellos dichos de Jesús referido al juicio de las naciones donde los que hicieron misericordia con los hambrientos, sedientos, forasteros, desnudos o presos, serán reconocidos, mientras los que obraron injusticia serán condenados. La parábola del Buen Samaritano deja claro para el cristiano que con todos y para todos, es decir, el mundo en sí, debemos practicar misericordia.

El cristiano, si bien debe tener obras de misericordia y caridad, debe entender que no está aquí para cambiar al mundo, sino para dar testimonio ante él de la salvación que por misericordia del Padre a través de Su Hijo, Jesús, ha venido. El primer llamado para uno es buscar el Reino de Dios, así que antes de pretender cambiar el mundo uno debe trabajar en sí mismo para no ser esos que dicen “Señor, Señor” pero no hacen la voluntad de Quien les ha llamado.

Una vez viviendo en nosotros el llamado del que hemos sido objeto, es cuando podemos ser ante los demás testimonio de la Vida, la Luz y la Verdad, y a través de nuestras obras de misericordia y caridad, si no cambiar el mundo, al menos sí irnos moldeando a la imagen del Hijo, Quien es reflejo de la gloria del Padre, así que no lo olvides ¿que quieres arreglar el mundo? Excelente... ¿pero que tal si comienzas por mejorar el pequeño mundo que eres tú mismo?


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor




Referencias:
Juan 17:16; 1 Pedro 2:12; Filipenses 3:20; Mateo 6:33; Mateo 5:13-16; Efesios 6:5; Santiago 2:14-26; Mateo 25:31-46; Lucas 10:25-37; Mateo 7:21-23; Efesios 4:13; Hebreos 1:3


No hay comentarios:

Publicar un comentario