miércoles, 26 de septiembre de 2018

Recuerda: no hay oscuridad tan grande que no ceda ante una simple vela. Tus sueños por pequeños que sean pueden llevarte a grandes cosas



Como si de una contradicción se tratara la iglesia de Dios es presentada por la Escritura como pequeña, perseguida, débil y despreciada por el mundo, pero de igual forma se señala de ella que es la sal de la tierra así como la luz del mundo. Esto no es por mérito propio sino porque ella, por la acción del Espíritu Santo que mora en cada uno de sus miembros, es columna y fundamento de la verdad.

La iglesia, como Cuerpo de Cristo, está conformada por muchos miembros, todos aquellos que en su momento han sido llamados por el Padre para salvación en el presente siglo, siendo sólo por este hecho que todos los bautizados estamos llamados a ser, en nuestros dichos y en nuestros hechos, esa sal de la tierra y esa luz del mundo.

Es cierto que actualmente vivimos tiempos difíciles, pero nuestro Señor y Salvador, Jesús, ya nos enseñó cómo es que ante la Verdad las tinieblas no pueden prevalecer. Nosotros hemos creído en Él, en las verdades que nos reveló y en el sacrificio redentor que por amor consumó. Esto ha generado en nosotros un sueño, un anhelo, por compartir con Él, en el Reino de su Padre, su misma gloria como parte de la Familia de Dios.

Como todo, este sueño, este anhelo, implica que no sólo le digamos “Señor, Señor”, sino que hagamos lo que Él espera de nosotros. Siendo que cuando ponemos por práctica esa fe que en nuestra mente y en nuestro corazón hay es cuando comenzamos a dar frutos de excelencia, de perfección y santidad, siendo sal de la tierra y luz del mundo para la mayor gloria de Dios.

Si actuamos en consecuencia, los hombres verán esas buenas acciones haciendo brille sobre ellos esa luz de la que la iglesia de Dios ha sido dotada dando como resultado que tarde que temprano venga a la verdad y den gloria al Padre.
Nadie enciende una vela y la esconde, y en nosotros no ha sido encendida una vela sino un fuego consumidor, una llama que ansía extenderse por toda la tierra, siendo esto posible en tanto vivamos como la fe que profesamos y andemos con esperanza hasta que el día amanezca iluminando mientras tanto nuestro andar y el de los demás.

No estamos llamados a una vida de desidia y falta de esfuerzo, confiados en que el sacrificio de Jesús nos permite caer en la indolencia, estamos llamados a una vida de perfección y santidad, hasta  llegar a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo, así que recuerda: no hay oscuridad tan grande que no ceda ante una simple vela. Tus sueños por pequeños que sean pueden llevarte a grandes cosas.

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor



Referencias:
Lucas 12:32; Mateo 10:22; 24:9; Juan 15:19; Mateo 5:13, 14; 1 Timoteo 3:15; 1 Corintios 12:12-27; Juan 6:44; Hechos 2:47; 2 Timoteo 3:1; Juan 1:5; Juan 6:69; 1 Juan 4:16; Revelación 1:6-8; Mateo 7:21-23; Santiago 2:14-17; Gálatas 5:22-23; Deuteronomio 4:24; Hebreos 12:29; Lucas 12:49; Proverbios 4:18; Mateo 5:48; 1 Pedro 1:16; Efesios 4:13


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