A veces pareciera que el elegido quiere ser
parte de este mundo, sin persecución, sin tribulación, sin problema alguno,
pero la Palabra siempre fue muy clara: “[Jesús les dijo] Si el mundo os
aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros. Si fuerais del
mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os
elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece. Acordaos de la palabra que yo os
he dicho: El siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido,
también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también
guardarán la vuestra”.
“¿Ser aborrecido?, ¿ser perseguido?, a nadie
le gusta eso –alguien podrá decir-, ¿por qué mejor no buscar que el mundo nos
acepte, nos quiera, nos respete?”, la respuesta es muy clara y también la da la
Palabra: “¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad
contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye
enemigo de Dios”.
Entonces, ¿cuál debe ser nuestra actitud ante
lo que padezcamos en el mundo con razón del llamamiento al que hemos
respondido?, Pedro en su primera carta responde diciendo: “Mas también si
alguna cosa padecéis por causa de la justicia, bienaventurados sois. Por tanto,
no os amedrentéis por temor de ellos, ni os conturbéis, sino santificad a Dios
el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar
defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la
esperanza que hay en vosotros; teniendo buena conciencia, para que en lo que
murmuran de vosotros como de malhechores, sean avergonzados los que calumnian
vuestra buena conducta en Cristo”.
Si un elegido piensa que luchando al máximo
por pasar desapercibido del mundo no va a tener problemas está en un error, la
única manera de no tener problemas con el mundo es cediendo a sus pasiones,
pero, como señala la Palabra, “[…] todo lo que hay en el mundo, la
concupiscencia de la carne, y la concupiscencia de los ojos, y la soberbia de
la vida, no es del Padre, sino del mundo. Porque todo lo que hay en el mundo,
la concupiscencia de la carne, y la concupiscencia de los ojos, y la soberbia
de la vida, no es del Padre, mas es del mundo”.
Y ¿sabes cuál es el problema con todo esto?
Que “el mundo pasa, y también sus pasiones, pero el que hace la voluntad de
Dios permanece para siempre”, después de todo el problema es que el mundo no te
va a dar tu lugar... ¡tú tienes que ganártelo!
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Juan
15:18-20; Mateo 10:22; Santiago 4:4; Mateo 6:24; 1 Pedro 3:14-16; Mateo 5:10; 1
Juan 2:16; Romanos 13:14; 1 Juan 2:17; 1 Corintios 7:31
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