Un error que pueden cometer los elegidos es
que, leyendo en la Palabra “…estense quietos y verán cómo el Señor los librará”,
deducen que uno no debe hacer nada, prácticamente esperar a que Dios haga todo
por nosotros, pero, ¿será así?
Si vemos desde el inicio del mundo, podremos
ver que la encomienda al ser humano del mismo implica trabajo, esfuerzo: “Tomó,
pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo
labrara y lo guardase”; de esta forma, no hay una actitud de indolencia dada al
hombre sino un trabajo con un propósito al cual necesita aplicarse.
Pero tenemos más ya que en reiteradas
ocasiones Dios ha dicho a los suyos “Escucha lo que te mando: Esfuérzate y sé
valiente. No temas ni desmayes, que yo soy el Señor tu Dios, y estaré contigo
por dondequiera que vayas”. Esto na da pauta de ninguna manera a considerar que
uno no debe hacer nada, si así fuera, no se nos requiriera esfuerzo alguno.
Por último, para cerrar toda discusión, la
Palabra critica la actitud indolente: “Pobre es el que trabaja con mano
negligente, más la mano de los diligentes enriquece”, o “la mano de los
diligentes gobernará, pero la indolencia será sujeta a trabajos forzados; o “el
alma del perezoso desea, pero nada [consigue] más el alma de los diligentes queda
satisfecha”, y eso solo por mencionar algunas, pero entonces, ¿qué significa
aquel “…estense quietos y verán cómo el Señor los librará”?
Ese “…estense quietos y verán cómo el Señor
los librará” implica el no desesperarnos como si todo de nosotros dependiera,
sino que, haciendo nuestro esfuerzo, dejar en manos de Dios el resto, de esta
forma nos quedamos quietos cuando, hecho lo que podemos, entramos al ámbito de
lo que no podemos y, solo por eso, no hacemos más dejando en manos de Dios el
resto.
Con esto debe quedar muy claro que a todo
elegido se le exige un esfuerzo en su andar por el Camino, no una indolencia
que le impida alcanzar las promesas sino un trabajar para que sus talentos
produzcan y al regreso del Señor entregarle lo dado más lo producido.
Pero, obvio, Dios no obliga a nadie a ello,
da a cada quien según sus capacidades esperando produzcamos unos a treinta,
otros a sesenta, y otros a ciento, pero es de uno la decisión si lo hace o no,
de igual forma el resultado de ello al regreso de nuestro Señor, así que nunca
olvides que, en la vida cristiana, todas las puertas de las oportunidades
tienen una sola perilla para abrirse y ésta siempre está de tu lado.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
2
Crónicas 20:17; Éxodo 14:13; Génesis 2:15; Salmos 128:2; Josué 1:9; Deuteronomio
31:8; Proverbios 10:4; 12:24; 13:4
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