Después de la vida y de la conciencia, la
característica que nos ha dado Dios para definirnos como humano es el de la
libertad.
Desde el origen Dios dotó al ser humano de
libertad, de no ser así nuestros primeros padres no hubieran podido decidir
entre obedecer a Dios o seguir sus propios razonamientos. Ya sabemos el
resultado de ello.
Pero de igual forma Dios, respetando esa
libertad, no nos obliga a escoger la vida, simplemente nos invita, incluso con
vehemencia, a ello dejando la decisión en nosotros: “A los cielos y a la tierra
llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la
muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y
tu descendencia”.
Esa decisión conlleva bendición, si es que se
obedece a Dios, o maldición, si se le es rebelde: “Acontecerá que si oyeres
atentamente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus
mandamientos que yo te prescribo hoy, también Jehová tu Dios te exaltará sobre
todas las naciones de la tierra […] Pero acontecerá, si no oyeres la voz de
Jehová tu Dios, para procurar cumplir todos sus mandamientos y sus estatutos
que yo te intimo hoy, que vendrán sobre ti todas estas maldiciones, y te
alcanzarán”.
Jesús, emulando al Padre, de igual forma deja
en cada uno la decisión de salvarse o perderse: “Y les dijo [Jesús]: Id por
todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere
bautizado, será salvo; más el que no creyere, será condenado”.
De igual forma, como se dijo anteriormente,
esa decisión conlleva bendición, si es que se obedece a Dios, o maldición, si
se le es rebelde: “El que cree en Él no es condenado; pero el que no cree, ya
ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de
Dios”.
Volteemos a ver el estado del mundo y también
el de nuestra propia vida. Reflexionando sobre lo anteriormente dicho, ¿podemos
ver como es que han sido nuestras acciones las que nos han llevado a
situaciones de dolor, tristeza y en ocasiones incluso muerte?, pero de igual
forma, en cuanto al llamamiento, son nuestras acciones las que pueden revertir
lo anterior si es que aceptamos someternos a Dios.
Ante esto resuena el llamado hecho por Pablo
a los hebreos: “Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón
malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo; antes exhortaos los unos a
los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros
se endurezca por el engaño del pecado. Porque somos hechos participantes de
Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del
principio, entre tanto que se dice: Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros
corazones, como en la provocación”.
Nuestras malas decisiones, tanto conjuntas
como humanidad como particulares como individuos, han ocasionado que las
maldiciones de alejarnos de Dios hubieren recaído sobre todos, pero de igual
forma en nosotros está el regresar al Padre arrepentidos para alcanzar
salvación y, si nos mantenemos fieles hasta el final, las promesas, después de
todo recuerda que son tus pasos y los de nadie más los que te han traído a
donde estas y los que te llevarán a donde desees.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Deuteronomio
30:19; Jeremías 21:8; Deuteronomio 28: 1, 15; Marcos 16:15-16; Juan 3:18; Hebreos
3:12-15;
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