Si bien como seres humanos todos somos imperfectos, en el caso de los elegidos dicha imperfección causa doble dolor pues no solo nos hace ver nuestra carnalidad natural, sino que también nos hace ver el estado pecaminoso, ajeno al llamamiento que de Dios hemos respondido, que aún padecemos.
Uno de los salmos más famosos, por ser del
que nuestro Señor sacó un extracto mientras agonizaba en la cruz cuando dijo “Dios
mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”, señala más delante “más yo soy
gusano, y no hombre; oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo”, ¿alguna
vez te has sentido así?
Aunque pareciera contradictorio, si al
tropezar o caer te has sentido como David, eso es una buena señal pues indica
que tu corazón aún no se ha cauterizado al grado de no sentir, no importarle el
en ocasiones fallar.
Ante esa imagen, esa sensación de minusvalía,
la Palabra señala en boca de nuestro Señor “¿No se venden dos pajarillos por un
cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre. Pues aun
vuestros cabellos están todos contados. Así que, no temáis: más valéis vosotros que
muchos pajarillos”.
Pon atención de nuevo en la última frase de
la cita: “Así que, no temáis: más valéis vosotros que muchos pajarillos”. Eso
debe hacernos ver el valor que tenemos cada uno de nosotros ante Dios, pero,
¿tenemos ese valor porque somos perfectos y santos?, la Palabra responde: “Pero
Dios demuestra su amor para con nosotros, en que, siendo aún pecadores, Cristo
murió por nosotros. Entonces mucho más, habiendo sido ahora justificados por su
sangre, seremos salvos de la ira de Dios por medio de Él”.
¿Te fijas? Dios nos amó primero ¡y eso cuando
éramos aún pecadores!, así que su amor hacia nosotros no está condicionado por
la perfección o santidad que cada uno crea poseer sino porque simple y
sencillamente Dios nos ama.
¿Y qué hay con la imperfección que ahorita
tenemos? Hay que aprender a lidiar con ella, no ceder ante ella, lidiar con
ella: “Pero bueno Amados, ahora
somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que habremos de ser. Pero
sabemos que cuando Él se manifieste, seremos semejantes a El porque le veremos
como Él es”.
Y mientras tanto, ¿cómo podemos consolarnos, motivarnos?,
recordando lo dicho por Pablo a los de Filipo: “estando convencido precisamente
de esto: que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta
el día de Cristo Jesús.”
Es cierto que, aun siendo elegidos, al ser
imperfectos, tropezamos y caemos, pero eso no debe desanimarnos, y, si Dios aún
no nos ha desechado, no seamos nosotros los que desesperanzados nos alejemos de
Él, después de todo hasta del lodo más fangoso las flores nutren su aroma... y
tú eres más que una flor.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Salmos
22:1, 6; Job 3:24; Mateo 10:29-31; Lucas 12:6; Romanos 5:8-9; Juan 3:16; 1 Juan
3:2; Juan 1:12; Filipenses 1:6; Salmos 138:8
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