martes, 5 de septiembre de 2023

Querer avanzar en la vida anclado al pasado es como querer hacerse a la mar con un barco atado al muelle

 


Los elegidos, al vivir en el tiempo, tenemos el problema de que, en ocasiones, el pasado puede pesar mucho. Aquellos tropiezos, caídas, errores, vamos: pecados que hemos cometido, no solo de antes de venir a salvación sino incluso después de haber respondido al llamamiento del Padre para ello, vuelven y vuelven, una y otra vez, buscando socavar nuestro andar a las metas que se nos han prometido.

 

Esto podríamos decir que incluso es natural pues esas manchas en nuestra vida nos avergüenzan, nos duelen, las mismas a nuestros ojos nos hacen ver como indignos de ese llamamiento al que hemos respondido, pero, pensemos algo: Cuando Dios nos llamó estábamos en pecado y aun así nos extendió su amor.

 

Juan, sobre esto, en su primera carta lo deja muy claro cuando escribe “en esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados”. Y, sobre esto mismo, Pablo escribiendo a los de Roma señala “porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida”.

 

De esta forma, incluso aunque nunca hubiéramos cometido un error, lo cual de inicio es imposible, eso no nos hubiera ganado el amor de Dios pues su amor es infinito mientras que nosotros no, de esta forma, si siendo pecadores nos amó, el pasado, incluso el pasado inmediato, ¿será factor para que nos ame menos?, dejemos la Palabra responda: “Si somos infieles, él permanece fiel; Él no puede negarse a sí mismo”.

 

Pero volviendo con ese sentimiento que puede embargarnos cuando el pasado, relacionado con aquellos tropiezos, caídas, errores, vamos: pecados que hemos cometido, se hace presente, ¿qué podemos hacer?

 

Pablo responde a lo anterior cuando escribiendo a los de Filipo les dice “hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”.

 

Por último, y como una manera de lograr lo anterior, recordemos que se nos ha prometido una corona, no si nunca más tropezamos o caemos, sino si nos mantenemos fieles, “sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida”; lo cual implica que, al tropezar, al caer, nos arrepentimos y, pidiendo perdón a Dios por medio de Jesucristo, nos levantamos y seguimos nuestro andar.

 

Si bien la respuesta al llamado que nos hizo el Padre para venir a salvación en el presente siglo está en el pasado, las promesas que se nos han dado nos esperan en el futuro, de ahí que nuestra mirada, incluso ante los tropiezos y caídas que experimentemos, debe estar hacia adelante, después de todo querer avanzar en la vida anclado al pasado es como querer hacerse a la mar con un barco atado al muelle.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 

 

Referencias:

1 Juan 4:10; Efesios 2:4-5; Romanos 5:10; 2 Corintios 5:18; 2 Timoteo 2:13; Deuteronomio 7:9; Filipenses 3:13-14; Lucas 9:62; Revelación 2:10; 1 Corintios 9:25


No hay comentarios:

Publicar un comentario