Pudiera darse el caso, ante la vastedad de la
creación, de que uno pudiera sentirse pequeño, insignificante ante ello. Esto
no es privativo de uno, sino que incluso los elegidos por Dios lo han
experimentado. David en su momento, contemplando el cosmos, escribió “Cuando
veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste, digo:
¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para
que lo visites?”
La pregunta es válida, pero también, y
mayormente, es válida, y no solo válida sino veraz, lo que la Escritura señala
sobre nosotros. Juan en su primera carta diserta sobre esto cuando señala “amados,
ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero
sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos
tal como él es”.
Llegar a ser como Cristo pudiera parecer
increíble, pero la Palabra es reiterativa en esto, Pablo escribiendo a los de
Galacia les dice “hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto,
hasta que Cristo sea formado en vosotros”, por eso, en ese mismo sentido, el
mismo Pablo, escribiendo a los de Roma, les dice Pues tengo por cierto que las
aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que
en nosotros ha de manifestarse. Porque el anhelo ardiente de la creación es el
aguardar la manifestación de los hijos de Dios”. Pareciera, de nuevo,
increíble, pero Dios mismo así lo ha revelado.
Sobre esto quisiera proponerte una reflexión
que tiene que ver con el nombre de Israel, pero antes, quiero aclarar el
alcance de dicho nombre. La palabra Israel puede referirse, sí, al pueblo
carnal, físico y terrenal de Israel, pero también hace
referencia a todo aquel quien es llamado por
Dios y llega a formar parte de Su
familia. Cuando el nombre de Jacob es
cambiado a Israel, la
misma Escritura explica su significado.
Israel viene de ישׂראל, Yisra'el, que significa
El que Lucha con Dios, pero la Escritura
completa el significado pleno al señalar
en la cita dada que se le cambió no sólo
porque había luchado con Dios y los
hombres, sino que en el caso de Jacob él
había vencido, es así como
Israel se refiere a El Que Vence, lo cual
abarca tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento, así como el pueblo carnal,
físico y terrenal de Israel y la iglesia de
Dios, es decir, nos referimos a la familia de
Dios conformada por todo aquel que
vence. De esto último es interesante que las
cartas que Jesús por medio de Juan
envía a las iglesias en Revelación siempre se
refiere las promesas que esperan al que venza.
Así que todos los elegidos estamos llamados a
llegar a ser Israel, y, en ese sentido, quiero que veas como es que se escribe
ese nombre en hebreo: Comienza con la letra más pequeña del alfabeto, la yud,
pero termina con la letra más grande del mismo, la lamed. Interesante,
¿verdad?, un comienzo incipiente con un final grandioso. Providencialmente algo
así señala la misma Palabra cuando, en el libro de Job se señala “y aunque tu
principio haya sido pequeño, tu postrer estado será muy grande”.
El elegido sabe que su estado actual no es
aquel al que está llamado permanecer, sino que viviendo la fe en santidad
espera el momento en que, transformado en gloria, le sirva a Dios en perfección
por toda la eternidad, así que recuerda: eres tan grande como el tamaño de los
sueños que estas por conseguir.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Salmos
8:3-4; Job 22:12; 1 Juan 3:2; Juan 1:12; Gálatas 4:19; Efesios 4:13; Romanos
8:18-19; Colosenses 3:4; Génesis
32:29; Revelación 2:7, 11, 17, 26: 3:5, 12, 21; Job 8:7; Mateo
13:12,31,32
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