El ser humano, incluyendo a los elegidos,
vive en una realidad temporal, temporal no en el sentido de que no es
permanente, sino que está sujeta a lo que conocemos como el tiempo. Esa
realidad, que podemos llamar “hoy”, se enturbia cuando es avasallada por el
pasado, que no podemos cambiar, o por el futuro, el cual no ha llegado.
Sobre lo anterior, hay una máxima popular que
señala que la depresión es un “exceso” de pasado mientras que la ansiedad es un
“exceso” de futuro. La Escritura confirma esto.
Lucas nos narra una escena, que señala “Y
dijo [Jesús] a otro: Sígueme. Él le dijo: Señor, déjame que primero vaya y
entierre a mi padre. Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus
muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios. Entonces también dijo otro: Te
seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa.
Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es
apto para el reino de Dios”.
Ese “ninguno que poniendo su mano en el arado
mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios” tiene que ver con el pasado.
De manera natural no se puede avanzar hacia adelante volteando para atrás, de
manera espiritual también. Esto aplica a no voltear, espiritualmente hablando,
extrañando la vida que hemos dejado, pero de igual forma implica no estar
rumiando lo tropiezos, las caídas que en nuestro andar por el Camino
experimentemos.
Mateo narra otra escena en la cual señala “Por
tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis
de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que
el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no
siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las
alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Y quién de vosotros podrá,
por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? Y por el vestido, ¿por
qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni
hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como
uno de ellos. Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el
horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? No
os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?
Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe
que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de
Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así que, no os
afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a
cada día su propio mal”.
Ese “así que, no os afanéis por el día de
mañana, porque el día de mañana traerá su afán”, tiene que ver con el futuro.
De manera natural no podemos adelantar lo que con el tiempo debe llegar, de
manera espiritual también. Esto aplica a no estar ansiosos, espiritualmente
hablando, por lo que nos depara sabiendo que estamos en las manos de Dios y que
todo lo que llegue a nuestra vida será para bien.
La temporalidad actual en la que vivimos nos
constriñe a eso que llamamos “ahora”, dado que el pasado no lo podemos cambiar
y el futuro no ha llegado no tiene caso deprimirnos por el primero y mostrarnos
ansiosos por el segundo, es así como de todos los días de tu vida hay uno que
siempre será el más importante, a ese día lo llamamos hoy.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
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Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Lucas
9:59-62; Mateo 6:25-34