martes, 27 de junio de 2023

Recuerda: eres, no los halagos o críticas que recibes, sino los sueños que conquistes

 


Nuestro Señor en su momento les dijo a los suyos, y en su figura a todos los creyentes de todos los tiempos, que cuando dieran limosna, oraran o ayunaran, no fueran como aquellos que Él llama hipócritas por que hacen esto con ostentación para ser vistos, sino que sus seguidores debían practicar aquello sin ánimo de ser reconocidos.

 

Lo anterior es claro para los elegidos, pero no se circunscribe solo a la limosna, la oración o el ayuno, sino a todos los ámbitos de nuestra vida, y no solo para no ser vistos por los demás, sino para que nuestro ego no se desborde viendo en ello un fin cuando más bien aquello es un medio.

 

La limosna, la oración o el ayuno, así como todo aquello piadosos que podamos ver como parte del llamamiento al que se ha respondido, tiene el fin último de replicar en nosotros el carácter perfecto y santo de nuestro Padre Dios. Esto es posible a través del obrar conforme a la fe que decimos profesar, pero mayormente por la acción del Espíritu Santo en nuestra vida.

 

Jacobo, el medio hermano de Jesús, escribe en su carta, “toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación”, y Pablo, haciendo eco de esto, señala en su carta a los de Filipo, “Porque Dios es el que en vosotros obra así el querer como el hacer, por su buena voluntad”.

 

Así que incluso nuestro querer y nuestro hacer provienen de Dios, pero, si nos fijamos en la cita, en ninguna parte se da la idea de que Dios nos obliga a ello, así que la libertad para hacer ese hacer y para querer ese querer sigue siendo de nosotros, entonces ¿cómo jactarnos de ello?, en todo caso habría que dar gracias, dar honra a Dios por ese querer y por ese hacer y no vanagloriarnos cuando de ello se nos diga algo bueno.

 

Esto es muy importante tenerlo en mente pues, incluso con buenas intenciones, cuando uno comienza a recoger de los demás halagos por el trabajo que hace en la obra, puede llegar a considerar que eso es lo buscado, cuando eso es algo colateral, y, como se vio, incluso algo cuya honra no es de uno sino de Aquel quien por su Espíritu trabaja en uno.

 

Esto lo tiene muy en claro Pablo cuando escribe en su primera carta a los de Corinto: “Yo sembré, y Apolos regó, pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que siembra ni el que riega son algo, sino Dios, que da el crecimiento. Y tanto el que siembra como el que riega son iguales, aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor”.

 

Mientras andamos por el Camino a las promesas que del Padre hemos recibido, habrá mucho trabajo, también muchos frutos previos, pero ni lo uno ni lo otro debe confundirnos para saber que todo proviene de Dios y que la gloria de ello es para él, en ese sentido recuerda: eres, no los halagos o críticas que recibes, sino los sueños que conquistes.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx


 


Referencias:

Mateo 6:1-18; Hechos 3:12-21; Santiago 1:17; Juan 3:27; Filipenses 2:13; 1 Corintios 12:6; 1 Corintios 3:6-8; Romanos 15:18

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