Tal
vez de las cosas más difíciles que pueden experimentar los elegidos mientras
van por el Camino a las promesas que se les ha dado, es sin duda la cuestión de
los tropiezos, las caídas.
Pablo
escribiendo a los de Roma les dice “Porque no hago el bien que quiero, sino el
mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino
el pecado que mora en mí. Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley:
que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de
Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi
mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros.
¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?”
¿Qué
crees que quiere decir Pablo con eso de que “porque no hago el bien que quiero,
sino el mal que no quiero, eso hago”?, no le pongamos ni le quitemos: Pablo
habla de tropezar y caer en el andar por el Camino. Vamos, diciéndolo con todas
sus letras: De pecar a causa de la carnalidad que aun padecemos.
Y
de que los elegidos pueden caer es más que claro en la Escritura, Salomón en su
momento escribió “porque siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse; más
los impíos caerán en el mal”. Fíjate que no dice que siete veces cae el impío,
sino que es el justo el que cae siete veces. Es así como la justicia no está
dada por las veces que uno cae o no cae sino por la justificación que Dios nos
da por medio de Jesús cuando nos esforzamos por alcanzar las promesas que se
nos han dado, como Pablo escribe a los de Roma: “¿Quién acusará a los escogidos
de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condena? Cristo Jesús es el
que murió, sí, más aún, el que resucitó, el que además está a la diestra de
Dios, el que también intercede por nosotros”.
Con
todo y todo, la diferencia entre el justo y el impío, si te fijas, no está en
los tropiezos, las caídas, ambos tropiezan, ambos caen, pero el justo, como
dice la cita de Salomón se levanta mientras que el impío queda tirado en el
Camino.
Pero
sin duda alguna que esa sensación depresiva y opresiva que se experimentar al
tropezar, al caer en el Camino, es algo que no puede soslayarse. Entendamos que
mientras militemos en esta carne, el Enemigo, el Mundo y la Carne, empujarán a
nuestra propia concupiscencia para que tropecemos y caigamos, ¿qué hacer?, Juan
en su primera carta señala “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no
pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a
Jesucristo el justo”, en ese sentido, como escribe Pablo a los de Roma “así,
pues, justificados por la fe tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor
Jesucristo”
El
andar por el Camino no está exento de tropiezos y caídas, así será mientras
militemos en esta carne, volviendo sobre lo dicho por Pablo al inicio, ¿qué
esperanza tenemos? “¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de
muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro”, pero a cada
tropiezo, a cada caída, debe seguir el pedir perdón al Padre por medio de
Jesús, el levantarnos y el seguir nuestro andar, después de todo caerse puede
ser consecuencia de muchos factores, levantarse solo de uno: tú”.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Romanos
7:19-24; Mateo 5:19; Proverbios 24:16; Job 5:19; Romanos 8:33-34; Lucas 18:7; 1
Juan 2:1; Hebreos 7:25; Romanos 5:1; Hechos 10:36; Romanos 7:24-25; 2 Timoteo
4:18
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