El
pecado en la vida del elegido es sin duda lo que más le causa no solo extrañeza
y perplejidad, sino vergüenza y dolor. ¿Cómo es posible que habiendo respondido
al llamamiento del Padre para venir a salvación en el presente siglo se siga
tropezando, cayendo en el andar a las promesas que se han dado?
Primeramente,
lo que hay que tener muy en mente es que lo anterior es algo completamente
factible. Juan en su primera carta señala “hijitos míos, estas cosas os escribo
para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el
Padre, a Jesucristo el justo”. Entendamos que esa carta no está dirigida al
mundo, sino a la iglesia, el término inicial en la cita anterior de “hijitos
míos” deja claro esto, siendo que si señala “si alguno hubiere pecado, abogado
tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo”, quiere decir que los
elegidos pueden –como posibilidad, no como permisidad- pecar.
Pero
más aún, y en esa misma carta, Juan señala claramente “si decimos que no
tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en
nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar
nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.
Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra
no está en nosotros”. Así que el pecar sigue siendo algo real, muy real, y no
solo real sino doloroso, en la vida del elegido.
Pero
una cosa es saber lo anterior y otra muy distinta vivir así. “Porque siete
veces cae el justo, y vuelve a levantarse; más los impíos caerán en el mal”,
escribe Salomón, de esta forma los elegidos, si bien tropiezan y caen,
arrepentidos piden perdón al Padre y se levantan para seguir su andar.
Pero
el tropezar, el caer, es el resultado final de la tentación. Como escribe
Jacobo, el medio hermano de Jesús, “cuando alguno es tentado, no diga que es
tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él
tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia
es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da
a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte”.
Y,
sobre esto, Pablo en su primera carta a los de Corinto les dice “no os ha
sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os
dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también
juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar”.
Ahora
bien, es posible que esos tropiezos, esas caídas, impliquen que aún no has
llegado al nivel de desarrollo para soportar la tentación, ¿qué hacer?, seguir
luchando, orar, levantarse de cada tropiezo, de cada caída, y seguir en el
camino a las promesas dadas, después de todo no existen puertas imposibles de
abrir, solo puertas para las que aún no has encontrado la llave.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
1
Juan 2:1; Romanos 5:10; 1 Juan 1:8-10; Romanos 8:34; Proverbios 24:16; 1
Corintios 4:14; Santiago 1:13-17; Hebreos 7:25; 1 Corintios 10:13; 1 Juan 2:28
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