martes, 20 de junio de 2023

No existen puertas imposibles de abrir, solo puertas para las que aún no has encontrado la llave

 


El pecado en la vida del elegido es sin duda lo que más le causa no solo extrañeza y perplejidad, sino vergüenza y dolor. ¿Cómo es posible que habiendo respondido al llamamiento del Padre para venir a salvación en el presente siglo se siga tropezando, cayendo en el andar a las promesas que se han dado?

 

Primeramente, lo que hay que tener muy en mente es que lo anterior es algo completamente factible. Juan en su primera carta señala “hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo”. Entendamos que esa carta no está dirigida al mundo, sino a la iglesia, el término inicial en la cita anterior de “hijitos míos” deja claro esto, siendo que si señala “si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo”, quiere decir que los elegidos pueden –como posibilidad, no como permisidad- pecar.

 

Pero más aún, y en esa misma carta, Juan señala claramente “si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.  Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros”. Así que el pecar sigue siendo algo real, muy real, y no solo real sino doloroso, en la vida del elegido.

 

Pero una cosa es saber lo anterior y otra muy distinta vivir así. “Porque siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse; más los impíos caerán en el mal”, escribe Salomón, de esta forma los elegidos, si bien tropiezan y caen, arrepentidos piden perdón al Padre y se levantan para seguir su andar.

 

Pero el tropezar, el caer, es el resultado final de la tentación. Como escribe Jacobo, el medio hermano de Jesús, “cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte”.

 

Y, sobre esto, Pablo en su primera carta a los de Corinto les dice “no os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar”.

 

Ahora bien, es posible que esos tropiezos, esas caídas, impliquen que aún no has llegado al nivel de desarrollo para soportar la tentación, ¿qué hacer?, seguir luchando, orar, levantarse de cada tropiezo, de cada caída, y seguir en el camino a las promesas dadas, después de todo no existen puertas imposibles de abrir, solo puertas para las que aún no has encontrado la llave.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 

 

Referencias:

1 Juan 2:1; Romanos 5:10; 1 Juan 1:8-10; Romanos 8:34; Proverbios 24:16; 1 Corintios 4:14; Santiago 1:13-17; Hebreos 7:25; 1 Corintios 10:13; 1 Juan 2:28


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