¿Te
has dado cuenta que, en cuanto a la vida cristiana, como el hacer es más
importante que el decir? Nuestro Señor en su momento fue muy claro en esto
cuando señaló “no todo el que me dice: «Señor, Señor», entrará en el reino de
los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos”.
Sobre
esto, extendiéndose en ello, en su momento relató una parábola: “Pero ¿qué os
parece? Un hombre tenía dos hijos, y acercándose al primero, le dijo: Hijo, ve
hoy a trabajar en mi viña. Respondiendo él, dijo: No quiero; pero después,
arrepentido, fue. Y acercándose al otro, le dijo de la misma manera; y
respondiendo él, dijo: Sí, señor, voy. Y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la
voluntad de su padre? Dijeron ellos: El primero”.
Pablo
entendía muy bien lo anterior por eso señalaba, en su primera carta a los de
Corinto, “sed imitadores de mí, así como yo de Cristo”, y de igual forma
escribiendo a los de Filipo es reiterativo en lo anterior al señalar “hermanos,
sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que
tenéis en nosotros”.
Y
sobre esto del decir y hacer, en la misma primera carta a los de Corinto, Pablo
aclaraba “¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad
corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo
obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para
recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que, yo
de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien
golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea
que, habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado”.
Fijémonos,
primero, como es que Pablo hace referencia al “hacer”, no al “decir”, al hablar
del esfuerzo requerido en cuanto al andar por el Camino; y, segundo, como es
que luego señala claramente que, de no ser así, es decir, que su hacer sea
congruente, será tanto como haber predicado a otros siendo finalmente él
descalificado.
Es
por ello que escribiendo a los de Roma les dice “porque no son los oidores de
la ley los justos ante Dios, sino los que cumplen la ley, ésos serán
justificados”, o como dice Jacobo, el medio hermano del Señor en su carta: “Sed
hacedores de la palabra y no solamente oidores que se engañan a sí mismos”. Como
dicen por ahí: Más claro ni el agua.
Como
elegidos sin duda alguna que estamos obligados a proclamar el Evangelio a toda
criatura, pero si nuestro actuar no es congruente con esa proclama, la misma es
vacía, hueca, sin sentido, y más que abonar a lo que de nosotros se espera
puede ir en nuestra contra, así que ya lo sabes: Vive tu vida de tal forma que,
para convencer, en vez de discutir, solo tengas que mostrar lo que has hecho.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Mateo
7:21; Lucas 6:46; Mateo 21:28-31; 1 Corintios 15:58; 1 Corintios 11:1; 1
Tesalonicenses 1:6; Filipenses 3:17; Filipenses 4:9; 1 Corintios 9:24-27; Filipenses
3:14; Romanos 2:13; Santiago 1:22; Marcos 16:15-18; Hechos 1:8
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