martes, 28 de febrero de 2023

En cuanto a sueños, luchar no es tanto cuestión de fuerza sino más bien de constancia y tenacidad

 


Cuando respondemos al llamamiento del Padre para venir a salvación en el presente siglo, comenzamos un andar por el Camino donde, el Espíritu que mora en nosotros, nos irá edificando, corrigendo, perfeccionando hasta que, alcanzando la estatura perfecta de Cristo, reflejemos el carácter santo de nuestro Padre.

 

Esto no solo tiene que ver con aquello que éramos antes, sino incluso con lo que somos actualmente pues, independientemente de ser salvos, hay ideas que necesitan transformarse en nuestro interior, una de ellas es el esfuerzo que imprimimos en nuestro andar por el Camino.

 

Muchas son las citas en la Palabra que nos hablan de esforzarnos, de ser valientes, pero ese esfuerzo, si bien nos es requerido, no es el que nos gana alcanzar las promesas sino más bien el mantenernos fieles al llamamiento que hemos respondido.

 

“Sé fiel hasta la muerte y yo te daré la corona de la vida”, señala nuestro Señor por medio de Juan en el último libro de la Escritura. De esta forma, más que nuestra fuerza, el alcanzar lo prometido tiene que ver con una cuestión de constancia y tenacidad.

 

Si lo anterior, a saber: alcanzar las promesas, se fundamentara en nuestra fuerza, difícilmente alcanzaríamos lo prometido, pero cuando de constancia y tenacidad se tratan si bien esto también implica esfuerzo, el esfuerzo requerido no está en función de alcanzar lo prometido sino de esperar que aquello se cumpla en nuestra vida.

 

Es por ello que nuestro Señor, en consonancia con lo anteriormente dicho, le dice a los suyos, y en su figura a todos los seguidores de todos los tiempos, “con vuestra paciencia ganaréis vuestras almas”. Fijémonos como no es que les diga que con su esfuerzo ganarán sus almas, sino que esto es gracias a la paciencia.

 

Pablo confirma lo anterior cuando, escribiendo a los de Filipo, les dice “y estoy seguro de que Dios, quien comenzó la buena obra en ustedes, la continuará hasta que quede completamente terminada el día que Cristo Jesús vuelva”. De nueva cuenta: El factor decisivo en lo anteriormente señalado no es nuestro esfuerzo, sino el cumplimiento en nosotros del plan de Dios para cada uno.

 

El esfuerzo es indispensable en la vida cristiana, ¡y cómo no si estamos en una verdadera guerra espiritual!, pero más que sea nuestro esfuerzo el que nos permita llegar a las promesas que se nos han dado, es permanecer fieles al llamamiento que hemos recibido, después de todo en cuanto a sueños, luchar no es tanto cuestión de fuerza sino más bien de constancia y tenacidad.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 


 

Referencias:

Efesios 4:13; Gálatas 4:19; Josué 1:9; Isaías 41:10; Revelación 2:10; 1 Corintios 9:25; Filipenses 1:6; 1 Corintios 1:8; Efesios 6:12; Hebreos 12:1,4


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