Uno
de los aspectos primordiales señalados en la Palabra para alcanzar las promesas
que nos han sido dadas es precisamente la de la perseverancia.
Nuestro
Señor a su iglesia, por medio de Juan, le dice “sé fiel hasta la muerte, y yo
te daré la corona de la vida”. Fijémonos como es que nuestro Señor no dice que
se sea fiel hasta cierto punto, sino incluso aunque la vida esté de por medio.
En ese mismo sentido, previamente, mientras anduvo con ellos en la tierra, de
igual forma les señalo “el que persevere hasta el fin, este será salvo”. De
nueva cuenta, el perseverar no es hasta cierto punto sino hasta el fin.
El
punto de no perseverar es retomado por Pablo en su primera carta a los de
Corinto cuando señala, refiriéndose a sí mismo, “sino que golpeo mi cuerpo, y
lo pongo en servidumbre, no sea que, habiendo sido heraldo para otros, yo mismo
venga a ser eliminado”, y de igual forma, en su segunda carta a los mismos, en
el mismo orden de ideas, les indica “y oramos a Dios que ninguna cosa mala
hagáis; no para que nosotros seamos hallados aprobados, sino para que vosotros
hagáis lo que es bueno, aunque nosotros seamos como reprobados”.
A
esos que habiendo llegado a la fe y luego abjurado de ella, Juan, en su primera
carta los menciona señalando “salieron de nosotros, pero no eran de nosotros;
porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero
salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros”, y ¿qué les
espera a éstos?, Pablo escribiendo a los hebreos contesta diciendo “porque si
pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la
verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda
expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los
adversarios. El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres
testigos muere irremisiblemente. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el
que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la
cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?”
Lo
anterior implica perseverancia y, para perseverar se requiere paciencia, es por
ello que en su momento nuestro Señor señaló “con vuestra paciencia ganaréis
vuestras almas”, por eso en Revelación, a los que han alcanzado las promesas no
solo se les llama llamados y escogidos sino también fieles: “Pelearán contra el
Cordero, y el Cordero los vencerá, porque él es Señor de señores y Rey de
reyes; y los que están con él son llamados y elegidos y fieles”.
El
andar por el Camino tiene una meta claramente establecida: Alcanzar las
promesas que nos han sido dadas, es así que no debemos cejar en nuestro
esfuerzo para ello, en ese sentido, ¿hasta cuándo detener tu andar? Sencillo: hasta
alcanzar el horizonte.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Revelación
2:10; Salmos 31:23; Mateo 24:13; Romanos 2:7; 1 Corintios 9:27; Romanos 6:18,19;
2 Corintios 13:7; Juan 17:15; 1 Juan 2:19; 1 Corintios 11:19; Hebreos 10:25-29;
Hebreos 3:13; Lucas 21:19; Hebreos 10:36; Revelación 17:14; Mateo 22:14
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