Queramos
o no, al haber respondido el llamamiento del Padre para venir a salvación en el
presente siglo, nos hemos conformado en líderes, líderes tanto para el Mundo
como para los de la fe.
Ese
liderazgo, lejos de ser una cuestión de orgullo o vanagloria, implica que en
nosotros los demás ven reflejado aquella fe que decimos profesar.
Pablo,
en su primera carta a los de Corinto, les exhorta diciendo “sed imitadores de
mí, así como yo de Cristo”, de igual forma, escribiendo a los de Filipo reitera
esto al señalar “hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se
conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros”.
Como
podemos ver, ambas frases apuntan a un liderazgo donde con nuestras acciones
demostramos aquello que predicamos, pero, en el caso de la segunda cita, como
vemos, eso no se circunscribe solamente para quienes son autoridad en la
iglesia sino a todos los miembros de ella: “mirad a los que así se conducen
según el ejemplo que tenéis en nosotros”.
De
esta forma aquel liderazgo que nos obliga a actuar en consecuencia con lo que
creemos, es algo que aplica para todos siendo que, quien así hace, se vuelve un
ejemplo, una guía, un líder en toda la extensión de la palabra.
Ahora
bien, ese liderazgo no solo es positivo, sino que también, tristemente, puede
ser negativo, ¿cuándo se da eso?, cuando nuestras actitudes, en vez de servir
para edificar a los demás, los impactan negativamente en su vida espiritual.
Pablo,
en su primera carta a los de Corinto, les dice sobre esto “no seamos piedra de
tropiezo para nadie: ni para los judíos ni para los gentiles ni para la iglesia
de Dios”, tan así es ese compromiso que incluso aquello que nos sea lícito, si
es causa de tropiezo para los demás, debe ser analizado con cuidado, sobre esto
Pablo, en esa misma carta señala “por consiguiente, si la comida hace que mi
hermano tropiece, no comeré carne jamás, para no hacer tropezar a mi hermano”.
Como
parte todos del Cuerpo de Cristo tenemos una responsabilidad para con los
demás, sean del Mundo o sean de la iglesia, ya que nuestras acciones pueden
incentivar su vida espiritual o, contrariamente, impactarlos negativamente,
después de todo un buen líder no solo te muestra el camino sino que incendia tu
corazón para que ilumine tu andar.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
1
Corintios 11:1; 1 Tesalonicenses 1:6; Filipenses 3:17; 1 Pedro 5:3; 1 Corintios
10:32; 1 Timoteo 3:15; 1 Corintios 8:13; 2 Corintios 6:3
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