Los
elegidos sabemos que en este andar por el Camino hacia las promesas que nos han
sido hechas, el Espíritu Santo de Dios que mora en nosotros trabaja en cada uno
para alcanzar la meta de replicar en nosotros el carácter perfecto de nuestro
Padre Dios.
Juan
en su primera carta señala esto último cuando dice “amados, ahora somos hijos
de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que
cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él
es”.
Este
acercarnos cada vez a aquel ideal es señalado por Pablo quien, en su segunda
carta a los de Corinto, señala “por tanto, nosotros todos, mirando a cara
descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de
gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor”.
Pero,
obvio, como todo proceso de mejora, conforme vamos conociendo más, conforme
vamos obrando más, es evidente que enfrentaremos cada vez más retos,
insalvables para nosotros, pero no insalvables para Dios.
Lo
anterior puede atemorizarnos pues, sabiendo lo débiles, torpes, rebeldes y
cobardes que somos, puede ser no queramos enfrentar esos retos por temor a
tropezar, a caer, pero si no los enfrentamos no avanzaremos y, lo que es peor,
detendremos ese proceso de reflejar en nosotros el carácter de nuestro Padre
Dios.
Dios
en su momento le dijo a Jeremías “si corriste con los de a pie, y te cansaron,
¿cómo contenderás con los caballos? Y si en la tierra de paz no estabas seguro,
¿cómo harás en la espesura del Jordán?” De esta forma es más que claro que este
llamamiento al que hemos respondido nos enfrenta con cada vez mayores retos,
pero, y esto es lo importante, no estamos solos en esta lucha, sino que Dios
está con nosotros.
Tan
así es esto último que Él mismo, como en su momento hizo con su pueblo, nos
tranquiliza diciendo “Jehová peleará por vosotros, y vosotros estaréis
tranquilos”, y todavía más aún: “He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por
dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré
hasta que haya hecho lo que te he dicho”.
Ese
“no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho” debe darnos la confianza
para cada vez avanzar más en el Camino enfrentando cada vez mayores retos
sabiendo que en su momento saldremos triunfadores ya que como Pablo escribió a
los de Filipo “todo lo puedo en Cristo que me fortalece”, así que ya lo sabes,
para llegar cada vez más alto se requiere que tu deseo de volar supere con
creces tu miedo a caer.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
1
Juan 3:2; Salmos 17:15; 2 Corintios 3:18; Romanos 8:29; Jeremías 12:5; Proverbios
24:10; Éxodo 14:14-16; Deuteronomio 3:22; Génesis 28:15; Salmos 46:7,11; Filipenses
4:13; 2 Corintios 12:9
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