martes, 31 de enero de 2023

No es lo que logras con lo que tienes lo que define tu carácter sino lo que logras incluso con lo que no tienes

 


¿Te has puesto a pensar que si pudiéramos por nosotros mismos alcanzar las promesas que el Padre nos ha hecho no le necesitaríamos?, de hecho, toda la historia de la salvación sería innecesaria pues nuestras propias fuerzas y capacidades nos conseguirían aquello que ahora procuramos.

 

Pablo escribiendo a los de Éfeso les dice al respecto de manera inspirada “porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”. De esta forma aquello que lograremos es por la gracia de Aquel que nos ha llamado a salvación.

 

Estas dos ideas –a saber: el que nosotros no podamos alcanzar lo prometido y el que lo alcancemos por la gracia de Dios–, si bien es por todos conocidos, conlleva una verdad subyacente asombrosa, esperanzadora, gloriosa.

 

Pedro, en el discurso dicho inmediatamente después de la venida del Espíritu Santo sobre la iglesia en Pentecostés, les dijo a aquellos que preguntaban qué podrían hacer, les dijo “[…] arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo”.

 

¿Y qué es lo que hace el Espíritu de Dios en los que respondiendo al llamado del Padre vienen a salvación en el presente siglo?, les da el entendimiento y la fuerza para avanzar en el Camino. Pablo en su primera carta a los de Corinto aborda esto cuando les dice “porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios”.

 

Pero además de lo anterior, el Espíritu nos da el entendimiento de la noción relativa a nuestra adopción como hijos de Dios. Pablo escribiendo a los de Roma les dice sobre esto “el Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados”.

 

Así que la maravilla, lo asombroso de venir a salvación, es que el mismo Espíritu de Dios se entrelaza con nuestro espíritu en una amalgama divina donde éste nos habilita para crecer en el conocimiento de Dios y su Hijo y para avanzar en el Camino hacia las promesas que se nos han dado.

 

De esta forma el no poder alcanzar por nosotros las promesas que se nos han dado logra algo mejor que si pudiéramos: entrelazar el Espíritu de Dios con nuestro espíritu para así llegar a ser no solo creaturas creadas suyas sino hijos engendrados por Él, así que ya lo sabes: No es lo que logras con lo que tienes lo que define tu carácter sino lo que logras incluso con lo que no tienes.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 


 

Referencias:

Efesios 2:8-9; Romanos 3:24; Hechos 2:38; Efesios 1:7; 1 Corintios 2:11; Proverbios 20:27; Romanos 8:16-17; Juan 1:12; Colosenses 1:10; 2 Pedro 3:18


lunes, 23 de enero de 2023

Dar el extra en tu vida no es esforzarte todo lo posible sino más bien lograr esforzarte hasta lo imposible

 


Sin duda alguna que el andar por el Camino rumbo a las promesas que se nos han dado no es cosa fácil ya que tenemos que lidiar con el Enemigo, el Mundo y la Carne, sobre esto Juan, en su primera carta nos dice “no améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, la pasión de la carne, la pasión de los ojos y la arrogancia de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y también sus pasiones, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”.

 

Sobre esta contienda Pablo escribiendo a los de Éfesos nos dice “porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”, imaginémonos esto, sin duda que podríamos pensar que se trata de una lucha desigual, pero no es así. Veamos esto con una historia.

 

En su momento el Rey de Siria estaba en guerra con Israel. En ese entonces Eliseo era profeta y sus consejos eran oídos por el Rey de Israel haciendo que el Rey de Siria no pudiera nada contra Israel. Entonces el Rey de Siria envía sus ejércitos a Dotan, ciudad en la que se encontraba el profeta.  Su ayudante, temeroso de aquello se lo comenta al profeta, la Escritura nos relata el resto: “[Eliseo] dijo: No tengas miedo, porque más son los que están con nosotros que los que están con ellos. Y oró Eliseo, y dijo: Te ruego, oh Jehová, que abras sus ojos para que vea. Entonces Jehová abrió los ojos del criado, y miró; y he aquí que el monte estaba lleno de gente de a caballo, y de carros de fuego alrededor de Eliseo. Y luego que los sirios descendieron a él, oró Eliseo a Jehová, y dijo: Te ruego que hieras con ceguera a esta gente. Y los hirió con ceguera, conforme a la petición de Eliseo”.

 

El problema con lo señalado al inicio es que, en muchas ocasiones, al ir a la batalla con aquello que enfrentamos en el Camino, lo que vemos y evaluamos son nuestras capacidades, pero lo que debemos ver y evaluar es la capacidad de Aquel que nos ha llamado a salvación. ¿Qué algo es imposible?, tal vez lo sea, pero para nosotros: Para Dios no hay imposibles.

 

Sobre esto, recordemos aquello que Dios le dijo a Pablo cuando enfrentaba, sin mucho éxito según él, las vicisitudes de sus batallas: “Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”.

 

El andar por el Camino no está exento de tribulaciones, grandes tribulaciones, enormes tribulaciones que nos pueden parecer imposibles de salvar, pero Dios no nos ha llamado a lo posible sino a lo imposible, obvio: con su ayuda, después de todo dar el extra en tu vida no es esforzarte todo lo posible sino más bien lograr esforzarte hasta lo imposible.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

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Referencias:

1 Juan 2:16; Efesios 2:3; Romanos 13:14; Efesios 6:12; Marcos 4:19; 1 Corintios 9:25; 2 Reyes 6:16-19; Romanos 8:31; Éxodo 14:13; Lucas 1:37; Génesis 18:14; Mateo 19:26; 2 Corintios 12:9-10; 1 Corintios 2:5


martes, 17 de enero de 2023

Cuenta cada día, no por sus horas, sino por los pasos decididos hacia el logro de tus sueños y tus metas

 


El andar por el Camino, dada nuestra actual naturaleza carnal, puede en ocasiones cansar, ser frustrante, máxime cuando vemos en nosotros lo que aún no somos.

 

Juan en su primera carta, sobre esto, señala “amados, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que habremos de ser. Pero sabemos que cuando Él se manifieste, seremos semejantes a El porque le veremos como Él es”.

 

De esta forma es claro que aún no somos lo que seremos, aunque llamados hemos sido a ellos, en ese sentido, ¿tiene caso enfocarnos en lo que aún no somos?

 

Pablo responde a lo anterior señalando sobre su andar en el Camino “no que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”.

 

Entonces, ¿en qué debería estar fija nuestra mirada?, Pablo escribiendo a los hebreos responde a esto cuando les señala que deben tener “puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios”.

 

¿Y cuál esa meta que impulsa nuestro andar por el Camino? Pablo escribiendo a los de Colosas sobre esto les dice “cuando Cristo, nuestra vida, sea manifestado, entonces vosotros también seréis manifestados con El en gloria”, refiriéndose en esto, como lo aclara Pedro en su segunda carta, donde la divinidad “[…] nos ha concedido sus preciosas y maravillosas promesas, a fin de que por ellas llegu[empos] a ser partícipes de la naturaleza divina”.

 

El andar en el Camino puede en ocasiones cansar, eso se entiende por nuestra actual naturaleza carnal, pero el Espíritu que mora en nosotros debe motivarnos a tratar de alcanzar las promesas que se nos han dado no enfocándonos en lo que aún no logramos sino en aquello que se nos ha prometido, de esta forma cuenta cada día, no por sus horas, sino por los pasos decididos hacia el logro de tus sueños y tus metas.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

1 Juan 3:2; Lucas 20:36; Juan 1:12; Filipenses 3:12-14; 1 Corintios 9:24; 1 Timoteo 6:12; Hebreos 12:2; 1 Corintios 1:18; Miqueas 7:7; Colosenses 3:4; Juan 11:25; Romanos 8:18; 2 Pedro 1:4; Efesios 4:13; Hebreos 12:10

 


martes, 10 de enero de 2023

Para llegar cada vez más alto se requiere que tu deseo de volar supere con creces tu miedo a caer

 


Los elegidos sabemos que en este andar por el Camino hacia las promesas que nos han sido hechas, el Espíritu Santo de Dios que mora en nosotros trabaja en cada uno para alcanzar la meta de replicar en nosotros el carácter perfecto de nuestro Padre Dios.

 

Juan en su primera carta señala esto último cuando dice “amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es”.

 

Este acercarnos cada vez a aquel ideal es señalado por Pablo quien, en su segunda carta a los de Corinto, señala “por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor”.

 

Pero, obvio, como todo proceso de mejora, conforme vamos conociendo más, conforme vamos obrando más, es evidente que enfrentaremos cada vez más retos, insalvables para nosotros, pero no insalvables para Dios.

 

Lo anterior puede atemorizarnos pues, sabiendo lo débiles, torpes, rebeldes y cobardes que somos, puede ser no queramos enfrentar esos retos por temor a tropezar, a caer, pero si no los enfrentamos no avanzaremos y, lo que es peor, detendremos ese proceso de reflejar en nosotros el carácter de nuestro Padre Dios.

 

Dios en su momento le dijo a Jeremías “si corriste con los de a pie, y te cansaron, ¿cómo contenderás con los caballos? Y si en la tierra de paz no estabas seguro, ¿cómo harás en la espesura del Jordán?” De esta forma es más que claro que este llamamiento al que hemos respondido nos enfrenta con cada vez mayores retos, pero, y esto es lo importante, no estamos solos en esta lucha, sino que Dios está con nosotros.

 

Tan así es esto último que Él mismo, como en su momento hizo con su pueblo, nos tranquiliza diciendo “Jehová peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos”, y todavía más aún: “He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho”.

 

Ese “no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho” debe darnos la confianza para cada vez avanzar más en el Camino enfrentando cada vez mayores retos sabiendo que en su momento saldremos triunfadores ya que como Pablo escribió a los de Filipo “todo lo puedo en Cristo que me fortalece”, así que ya lo sabes, para llegar cada vez más alto se requiere que tu deseo de volar supere con creces tu miedo a caer.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

1 Juan 3:2; Salmos 17:15; 2 Corintios 3:18; Romanos 8:29; Jeremías 12:5; Proverbios 24:10; Éxodo 14:14-16; Deuteronomio 3:22; Génesis 28:15; Salmos 46:7,11; Filipenses 4:13; 2 Corintios 12:9


martes, 3 de enero de 2023

El primer paso es el más difícil, en parte por el esfuerzo pero más por tu decisión de superarte a ti mismo

 


A veces uno puede tender a pensar a que una vez habiendo venido a salvación el primer y último paso de ese proceso ya está hecho. En efecto, la salvación ha sido efectuada por nuestro Señor, como dice la Escritura, de una vez y para siempre: “y no por medio de la sangre de machos cabríos y de becerros, sino por medio de su propia sangre, entró al Lugar Santísimo una vez para siempre, habiendo obtenido redención eterna”.

 

Esa redención eterna nos es dada cuando de manera individual cada uno de nosotros, respondiendo al llamamiento del Padre para venir a salvación, somos bautizados, como dice Pedro en su primera carta “y correspondiendo a esto, el bautismo ahora os salva (no quitando la suciedad de la carne, sino como una petición a Dios de una buena conciencia) mediante la resurrección de Jesucristo”.

 

Pero el Camino a las promesas que nos han sido dadas no termina con el bautismo sino que apenas empieza, siendo que en ese andar, mientras vamos creciendo en el conocimiento de Dios y su Hijo y vamos poniendo por obra esa fe que decimos profesar, el Espíritu de Dios que mora en nosotros va trabajando para replicar en cada uno el carácter perfecto y santo de nuestro Padre Dios.

 

Prueba de lo anterior nos la da Pablo quien escribiendo a los de Roma les exhorta diciendo “no os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad”. Claramente esa renovación de nuestro entendimiento no es algo que se da en un momento dado sino un proceso que tendrá vigencia en tanto andemos por este mundo rumbo a lo prometido.

 

En ese sentido, mientras vamos caminando, nos iremos dando cuenta de muchos aspectos de nuestra vida que requieren ser trabajados. Defectos de carácter, debilidades carnales, inclinaciones pecaminosas, y cada uno de esos aspectos requerirán que los abordemos con carácter, decisión y confianza en Aquel que nos ha llamado a salvación.

 

Ahora bien, el solo hecho de enfrentar nuestras debilidades, torpezas, rebeldías y cobardías es sin duda frustrante y desgastante, pero entendamos que en esta lucha no estamos solos, sino que Dios está con nosotros, como Dios mismo dijo a su pueblo en su momento “Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti. Porque yo Jehová, Dios tuyo, el Santo de Israel, soy tu Salvador”, y si eso le dijo Dios a su pueblo, nosotros, que ahora somos su pueblo, podemos entenderlo como dicho a nosotros de igual forma.

 

Los elegidos sabemos que estamos en una lucha constante contra nosotros mismos, esa lucha es frustrante y desgastante pues implica ir contra nuestra propia carnalidad, pero en esa lucha no estamos solos siendo que Dios mismo pelea por nosotros siendo que nos ha prometido la victoria si es que nos mantenemos fieles hasta el final, así que ya lo sabes: El primer paso es el más difícil, en parte por el esfuerzo pero más por tu decisión de superarte a ti mismo.

 

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

Hebreos 9:12,22; Lucas 1:68; 1 Pedro 3:21; Tito 3:5; Romanos 12:2; Efesios 4:23-24; Isaías 43:2-4; Deuteronomio 31:8; Éxodo 14:14; Deuteronomio 3:22