martes, 13 de septiembre de 2022

Sea que la vida se canse de golpear o tú te canses de ser golpeado, al final el resultado es ganancia, ¡aguanta!

 


Sin duda alguna que el camino del elegido está plagado de pruebas, tentaciones, tribulaciones, Jesús mismo antes de su partida señaló “estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”, esa confianza implica mantenerse firme aunque las adversidades de la vida nos sean contrarias.

 

Obvio, como escribe Pablo a los hebreos, que “es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados”, de esta forma, este entendimiento permite aguantar las vicisitudes de la vida.

 

Ambas expresiones pueden y deben considerarse a la luz de lo señalado en su  momento por Jesús cuando comentó “con vuestra paciencia ganaréis vuestras almas”. Esa paciencia implica aquella confianza pedida por Jesús y ese aguante esperado por Pablo.

 

A veces pienso sobre esa paciencia casi casi como un acto de terquedad, pero de terquedad espiritual. Mira, te explico.

 

La función del Enemigo es acusarnos delante de Dios y delante de nosotros, esa acusación hace mella en nuestro ánimo llegando al punto de desmoralizarnos al grado de abandonar el andar hacia las promesas dadas, pero Dios no espera perfección y santidad de nuestra parte en el presente siglo —lo cual se logrará hasta que seamos despojados de esta carnalidad— sino que nos mantengamos fieles hasta el final.

 

Pero visto desde la perspectiva de todo lo mencionado, esa paciencia que de nosotros se espera bien puede rayar en la terquedad, es decir, a pesar de todo el desánimo que el Enemigo ponga en nuestro corazón nosotros, tercamente, debemos permanecer fieles hasta el final, avanzando con decisión hacia las promesas que se nos han dado.

 

¿Y qué hacer con los tropiezos, las caídas que experimentemos?, ¿desanimarnos?, ¿tirar la toalla?, ¿dejar todo?, para nada, como Juan escribe en su primera carta “hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo”.

 

Así que ante las adversidades, las vicisitudes que de la vida experimentemos, debemos ejercer aquella confianza pedida por Jesús y ese aguante esperado por Pablo, esa paciencia que pide la Palabra, paciencia que bien puede señalarse como una terquedad espiritual al continuar nuestro avance por el Camino, con firmeza y fidelidad, a las promesas que se nos han dado, después de todo sea que la vida se canse de golpear o tú te canses de ser golpeado, al final el resultado es ganancia, ¡aguanta!

 

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 

 

Referencias:

Juan 16:33; Hechos 14:22; Hebreos 12:11; 1 Pedro 1:6; Lucas 21:19; Mateo 24:13; Revelación 12:9; Zacarías 3:1; 1 Corintios 15:53-55; 2 Corintios 5:4; Revelación 2:10; 1 Corintios 9:25; 1 Juan 2:1; Romanos 8:34


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