Sin
duda alguna que el haber venido a salvación trae para el elegido una nueva
conciencia. Pablo escribiendo a los de Roma les dice “¿qué diremos, pues? ¿La
ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley;
porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás”.
A
raíz de esa nueva conciencia el elegido sabe ahora lo que está bien y lo que está
mal según la Palabra de Dios, pero esto, si bien de gran beneficio para la vida
cristiana, también tiene un aspecto que busca explotar el Enemigo: El del
remordimiento.
De
la misma forma en que en la vida actual del creyente la nueva conciencia que ha
adquirido le va diciendo lo que es acorde a la voluntad de Dios de lo que no es
acorde, también el Enemigo explota esa nueva conciencia pero para voltearla al
pasado, a la vida vivida antes de venir a salvación, con la finalidad de traer
remordimiento, desánimo, desazón, buscando truncar el avance hacia las promesas
que se nos han dado, ¿qué hacer ante esto?
Pablo
escribiendo a los de Filipo les dice “hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya
alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y
extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo
llamamiento de Dios en Cristo Jesús”.
¿Te
fijas? Pablo, en vez de lamentarse de los errores cometidos, claramente señala
“olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está
delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo
Jesús”. Creo ese es un excelente consejo, más aún: Un consejo divinamente
inspirado por el Espíritu de Dios, donde se nos dice que olvidemos lo pasado y
avancemos hacia el futuro.
Pero
más aún, ese consejo no solo aplica para la vida que teníamos antes de venir a
salvación, sino que también aplica para la vida actual, ya como salvos, por los
tropiezos, las caídas, vamos: los pecados que por la torpeza, debilidad,
rebeldía y cobardía de la actual carnalidad cometamos.
Sobre
lo anterior, Juan en su primera carta señala “hijitos míos, estas cosas os
escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para
con el Padre, a Jesucristo el justo”. Primero entendamos que Juan dirige esta
carta, no a gentiles, sino a la iglesia de Dios; segundo veamos que Juan no
aboga por estar viendo los errores cometidos con un sentido de remordimiento;
y, tercero, podemos ver que Juan lo que señala es que ante los tropiezos, las
caídas, vamos: los pecados que experimentemos, la actitud es venir arrepentidos
ante el Padre para que, por medio de Jesucristo, nos perdone.
La
actitud de remordimiento, desánimo, desazón experimentados por los errores
cometidos antes de venir a salvación e incluso una vez andando por el Camino,
no provienen de Dios sino del Enemigo quien quiere entorpecer nuestro avance
hacia las promesas que se nos han dado, pero la actitud del Elegido ante ello
debe ser de pedir perdón a Dios y seguir caminando sin estarnos enfocando en lo
que hicimos sino más bien en lo que podemos hacer, después de todo lo mejor de
la vida es que si bien no puedes desandar tus pasos, sí puede iniciar nuevos
caminos.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Romanos 7:7; Hebreos 7:19; Salmos 19:7-12; Filipenses 3:13-14; Lucas 9:62; Hebreos 6:1; 1 Juan 2:1; Romanos 5:10; 1 Corintios 4:14
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