El
elegido, llamado a estar en el mundo más no a ser parte del mundo, debe tener
un comportamiento diferente responsabilizándose de sus acciones, no buscando
justificaciones que busquen validar comportamientos ajenos a su llamamiento.
Pablo
escribiendo a los de Galacia les dice “porque vosotros, hermanos, a libertad
fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la
carne, sino servíos por amor los unos a los otros”. Esa libertad implica que no
podemos echar la culpa de lo que hagamos a factores externos ya que si somos
libres nadie más que nosotros somos responsables de lo que hacemos.
Desde
el inicio, cuando nuestros primeros padres pecaron, la naturaleza caída comenzó
a funcionar y una de sus primeras acciones fue el tratar de quitarse la
responsabilidad de sus actos echándole la culpa el hombre a la mujer y la mujer
a la serpiente.
Si
bien es cierto que puede haber factores externos —el Enemigo, el Mundo o la
Carne— que inciden en las decisiones que tomamos, somos nosotros los que
finalmente optamos por aquel camino que deseemos seguir.
Jacobo,
el medio hermano de Jesús, en su carta, con relación a todo lo anteriormente dicho,
señala “cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios;
porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que
cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido.
Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el
pecado, siendo consumado, da a luz la muerte”.
Como
podemos ver, Jacobo no señala que la caída en las tentaciones sea
responsabilidad de algo ajeno a uno mismo sino que, siendo factores que inciden
en nuestra decisión, el responsable primero y último de la misma es uno.
Juan
en su primera carta, en la misma línea de todo lo señalado hasta ahorita,
indica “hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno
hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo”.
Dado que, como ya se comentó, los
elegidos hemos sido llamados a salvación viniendo a libertad, esa libertad nos
ha hecho responsables de las decisiones que tomemos, es por ello que en esta
cita Juan, reconociendo esa responsabilidad personal de cada uno, exhorta a que
si se ha pecado se venga a arrepentimiento ante el Padre por medio de
Jesucristo.
Pero
esa libertad, haciéndonos responsable de las decisiones que tomemos, también
conlleva el reconocimiento referido a cuando obramos conforme a la voluntad de
Dios, sobre esto, la Palabra en Revelación nos señala “no temas en nada lo que
vas a padecer. He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel,
para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días. Sé fiel hasta la
muerte, y yo te daré la corona de la vida”.
En
ese mismo sentido, también en Revelación se indica “que el injusto siga
haciendo injusticias, que el impuro siga siendo impuro, que el justo siga
practicando la justicia, y que el que es santo siga guardándose santo. He aquí,
yo vengo pronto, y mi recompensa está conmigo para recompensar a cada uno según
sea su obra”
La
libertad, sobre todo la libertad real y verdadera que deviene de responder al
llamamiento del Padre para venir a salvación en el presente siglo, conlleva de
igual forma la responsabilidad de las decisiones que sobre lo que experimentemos
tomemos, después de todo cuando
eres libre, nadie más que tú eres el responsable de tus errores pero también de
tus aciertos.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Juan
17:15-17; 2 Tesalonicenses 3:3; Gálatas 5:13; 1 Corintios 8:9; Génesis 3:9-13; Gálatas
5:1; Santiago 1:13-15; Romanos 9:19,20; Revelación 2:10; 1 Corintios 9:25; Revelación 22:11-12; Isaías
40:10; 1 Juan 2:1; Romanos 8:34
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