Todos
conocemos la cita de la Escritura que señala “todo lo puedo en Cristo que me
fortalece”, más sin embargo dicha sentencia contrasta con la realidad conde en
muchas ocasiones los elegidos no podemos enfrentar con éxito los problemas
tanto de la vida como del andar por el Camino que nos encontramos, ¿cómo
conciliar esto?
Poco
antes de partir nuestro Señor dijo a sus discípulos “pero recibiréis poder,
cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en
Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”, de igual
forma Pablo, en su segunda carta a Timoteo le dice “porque no nos ha dado Dios
espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio”, y también
escribiendo a los de Tesalónica, Pablo, en su primer carta, les dice “pues
nuestro evangelio no vino a vosotros solamente en palabras, sino también en
poder y en el Espíritu Santo y con plena convicción”, de esta forma el poder
que viene de lo alto a cada uno de los elegidos a través del Espíritu de Dios
es más que claro, pero —y esto es muy importante— lo anterior no invalida
nuestra actual carnalidad débil, torpe, rebelde y cobarde.
El
mismo Pablo, que escribió las dos citas finales anteriores, evidenciando la
paradoja de los elegidos de vivir con poder del Espíritu de Dios en ellas a la
vez que se sigue padeciendo de esta carne, en su momento señaló respecto de sí
“ y para que la grandeza de las
revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne,
un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca
sobremanera; respecto a lo cual tres veces
he rogado al Señor, que lo quite de mí.
Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la
debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades,
para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me
gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en
angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”. Esta es la clave para
entender dicha paradoja ya que uno no sabe de lo que es capaz hasta que lo
intenta.
Pensemos
en un deportista sea un corredor, un levantador de pesas, o un saltador de
distancias, ¿hasta dónde es ésa persona capaz?, pues para ello debe intentarlo,
pero ¿qué pasa una vez que lo ha intentado?, pues bien, a partir de ahí sabe
sus limitaciones por lo que debe trabajar, de la mano de su entrenador, para
superarlas.
De
igual forma los elegidos debemos intentar enfrentar, superar los problemas tanto
de la vida como del andar por el Camino que nos encontremos para determinar
nuestras propias limitaciones y, entonces sí: dejar que el Espíritu de Dios con
su poder haga en nosotros su obra para alcanzar lo que nos falta.
Pablo
escribiendo a los de Filipo les dice “estando persuadido de esto, que el que
comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de
Jesucristo”, de esta forma sabemos que estamos en un proceso, proceso que si
bien ahorita implica que conviva el poder de Dios en nosotros junto con nuestra
carnalidad actual, llegará el momento en que seamos perfeccionados hasta
alcanzar la estatura perfecta de Cristo, pero para ello debemos enfrentar los
problemas tanto de la vida como del andar por el Camino que nos encontremos
tanto para saber hasta dónde podemos como aquello que nos falta para que Dios
haga su obra en nosotros, después de todo nunca sabrás de lo que eres capaz
hasta que lo intentes.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Filipenses
4:13; Colosenses 1:11; Hechos 1:8; Romanos 15:19; 2 Timoteo 1:7; Romanos 8:15; 1
Tesalonicenses 1:5; 2 Tesalonicenses 2:14; 2 Corintios 12:7-10; Job 2:6; Filipenses
1:6; 1 Corintios 1:8; Efesios 4:13; Filipenses 3:10
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