La
cuestión de dejarse llevar por la corriente, sobre todo referido a cosas del
mundo, es algo que incluso a los que no han venido a salvación no les parece
¡con mayor razón a los que ya hemos respondido al llamamiento del Padre!
Los
del mundo, cuando se habla de dejarse llevar por la corriente, argumentan desde
la perspectiva de la libertad, a como ellos la entienden, que uno no debe
dejarse llevar sino al contrario imponer la voluntad propia en la vida de uno,
lo cual no implica hacer las cosas conforme a Dios sino conforme a la carne.
Ambas acepciones es lo mismo solo que la primera, la corriente del mundo, implica
hacer las cosas conforme a la carne, de manera general, mientras que la segunda,
la corriente particular, implica hacer las cosas conforme a la carne, de manera
individual.
Los
elegidos tenemos la misma reconvención de parte de la Escritura pero no para
rechazar la corriente general para seguir la corriente particular sino para
que, rechazando la primera, optemos por pensar y actuar tal cual corresponde a
todo hijo de Dios: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio
de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la
buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”.
Lo
anterior tiene su perfecta comprensión en la aclaración que la misma Palabra da
sobre ello: “Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino
de muerte”.
Pensemos
en esto: La vida está llena de infinitas combinaciones de eventos,
circunstancias y probabilidades, algo imposible de abarcar y por lo tanto de
considerar para la mente humana, pero peor aún: Hay cosas que está
completamente fuera de nuestro alcance, por ejemplo los pensamientos y emociones
de los demás o los eventos futuros a realizarse, pero para quien todo está a la
vista, descubierto, es a Dios, en ese entendido ¿en quién deberíamos de
confiar, en la colectividad que al igual que la individualidad está
extremadamente limitado para conocer lo que es correcto de lo que no, o a Dios
que todo conoce, que todo lo sabe, que todo lo puede? Creo la respuesta es más
que evidente.
Pero
la cuestión para los elegidos no estriba simplemente en hacer la voluntad de
Dios sino en entenderla y, en función de eso, en deleitarse en ello. David en
su momento al respecto escribió de manera inspirada sobre lo primero “dame
entendimiento, y guardaré tu ley, y la cumpliré de todo corazón”, y en cuanto a
lo segundo “el hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en
medio de mi corazón”.
Ahora
bien, ¿cuál será, en el elegido, el resultado de lo anterior?, Salomón de
manera inspirada responde “como los repartimientos de las aguas, así está el
corazón del rey en la mano de Jehová; a todo lo que quiere lo inclina”, de esta
forma, el sometimiento a la voluntad de Dios deviene en conocimiento que
conduce al regocijo en actuar y pensar conforme a los designios divinos
llegando al final en que nuestra voluntad está alineada a la voluntad de Dios
siendo que Él nos guía por sus caminos.
Esa
es la corriente propia que debemos seguir, aquella que en nosotros refleje lo
que Dios ha pensado para cada uno desde la eternidad, después de todo no hay problema si vas con la corriente... siempre que la
corriente seas tú.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Romanos 12:2; Efesios 5:17; Proverbios
14:12; 16:25; Salmos 119:34; 1 Crónicas 22:12; Salmos 40:8; Juan 4:34; Proverbios
21:1; Salmos 37:4
No hay comentarios:
Publicar un comentario