Un
problema en el mundo que se dice cristiano es la dicotomía relativa a la fe y las obras. Pablo escribiendo a los
de Éfeso les aclara “porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto
no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”.
Esta cita, así como otras en la Escritura, es muy clara en cuanto a que la
salvación no es por obra sino por gracia a través de aceptar el sacrificio
redentor de Jesús.
El problema con lo anterior es que el mundo que se dice
cristiano, al comprender que la salvación es por gracia, deja de lados las
obras pues considera no solo que éstas son innecesarias sino que incluso son
contrarias al espíritu cristiano pues el hacerlas implica reconocer que el
sacrificio de Jesús fue imperfecto, incompleto. Pero nada más alejado de la
verdad escritural.
En efecto, la salvación es por gracia a través de aceptar
el sacrificio redentor de Jesús, pero una vez venidos a salvación se espera de
nosotros que actuemos en consecuencia. Pablo, sobre esto, escribiendo a los de
Roma les dice “¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la
gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo
viviremos aún en él?”
Mira, te lo voy a poner con un ejemplo burdo pero claro.
Imagínate que tienes un ataque cardiaco y de emergencia te llevan con el doctor
el cual de emergencia te realiza un cateterismo para salvarte la vida, ¿podrías
decir que fue tu esfuerzo el que te salvó?, ¿verdad que no?, pero ¿qué es lo
más lógico que te diga el doctor previo a darte de alta?, ¿verdad que te
propondría una dieta especial y algo de ejercicio para cuidar tu situación y
además prever el volver a caer en lo mismo que te generó el problema cardiaco?,
pues es lo mismo con lo de la salvación: Nuestro “doctor” Jesús nos ha salvado
de una muerte segura dando su vida a cambio de ello, pero una vez salvados se
nos prescribe un comportamiento que implica poner por obra la fe que se dice
profesar. En ambos casos: Si uno no sigue lo prescrito pierde lo ganado: en el
caso médico volviendo a una situación precaria en cuanto nuestra salud, en el
caso de la salvación volviendo al estado previo a ésta.
Sobre esto último, Pablo escribiendo a los hebreos les
dice “porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el
conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una
horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los
adversarios”.
Jacobo, el medio hermano de Jesús, entendiendo lo
anterior señala en su carta “hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice
que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? Y si un hermano o una
hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y
alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais
las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? Así también la
fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma”.
Somos salvos por la fe, pero fe que no se demuestra es
igual como si no existiera, así que actuando como se espera de todo hijo de
Dios pongamos por obra esa fe que decimos profesar, después de todo lo que eres
no se demuestra con lo que tienes, sino con lo que dices y con lo que haces.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Efesios 2:8-9; Romanos 3:24; Hechos 15:11; Romanos 6:1-2; Gálatas 5:13; 1 Pedro 2:16; Hebreos 10:26-28; 2 Pedro 2:20; 1 Juan 5:16; Santiago 2:14-17; Lucas 3:11; 1 Timoteo 4:8
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