¿Alguna
vez, mientras desarrollando la Gran Comisión encargada por nuestro Señor de ir
por todo el mundo predicando el Evangelio a toda criatura, te has encontrado
con personas que dudan de aceptar el llamado pues no se creen capaces de
cumplir lo requerido?
Es
cierto que nuestro Señor en su momento exhortó a todo aquel que quisiera
seguirle a calcular los costos de ello cuando dijo “¿quién de vosotros, deseando
edificar una torre, no se sienta primero y calcula el costo, para ver si tiene
lo suficiente para terminarla? No sea que cuando haya echado los cimientos y no
pueda terminar, todos los que lo vean comiencen a burlarse de él”; pero también
es cierto que lo requerido para cumplir con el llamado no depende de nosotros,
de nuestras fuerzas, de nuestra capacidad, si así fuese no ocuparíamos el
Espíritu de Dios en nosotros.
Pablo,
así es, Pablo, autor inspirado de la mitad del Nuevo Testamento, el Apóstol de
los Gentiles, el que recorrió medio mundo y fundó decenas de congregaciones, él
mismo señala de sí: “Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no
quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado
que mora en mí. Así que, queriendo yo
hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según el hombre
interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que
se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado
que está en mis miembros. ¡Miserable de mí!, ¿quién me librará de este cuerpo
de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo
con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado”. Si
nos atuviéramos a que aquello de calcular los costos del discipulado se refiere
a si uno será capaz de sí y por sí de llevar a cabo lo requerido, no podríamos
menos que señalar que Pablo era el menos capacitado por lo que él mismo señala.
De hecho, él
mismo en su segunda carta a los de Corinto, hablando de esto, señala el
fundamento de su fuerza, que por cierto no es él: “Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase
desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que
me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; respecto a lo cual tres veces he
rogado al Señor, que lo quite de mí. Y me ha
dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por
tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose
sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor
a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en
persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”.
De esta forma hay que tener muy en claro que nadie de sí o por sí
tiene la capacidad para cumplir con el llamamiento, pero es el Espíritu de Dios
quien nos da de su guía y de su fortaleza para avanzar en el Camino a las
promesas que se nos han dado.
Pero entonces, ¿a qué se refiere Jesús con aquello de calcular los
costos?, dado que la parábola se refiere a uno que quiso construir una torre,
el señalamiento apunta claramente a aquello que debemos lograr, a lo que de
nosotros se espera, a las cuestiones doctrinales que debemos cumplir y a los
frutos que de nosotros se espera demos, es decir, calcular los costos para
construir la torre se refiere a tener claro lo que debemos alcanzar aunque eso
se lleve tiempo y aunque en el andar hacia ello caigamos y tropecemos.
Los
elegidos que hemos respondido al llamamiento del Padre para venir a salvación
en el presente siglo sabemos que no tenemos la fuerza ni la capacidad de
alcanzar por nosotros mismos lo que se nos ha prometido, pero también sabemos
que es el Espíritu de Dios en nosotros el que nos va habilitando para que
durante ese nuestro andar se replique en nosotros el carácter perfecto y santo
de nuestro Padre Dios, así que con ese entendimiento no ponemos la mirada en
nuestras debilidades, torpezas, rebeldías y cobardías, sino en el poder y
majestuosidad de Quien nos llamó a salvación, después de todo para iniciar tu
vuelo lo primero es dejar de ver el suelo y alzar la vista hacia el horizonte.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Mateo
28:19; Marcos 16:15; Lucas 14:28; Proverbios 24:27; Romanos 7:19-25; 2
Corintios 12:7-10; 1 Corintios 4:-5
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