martes, 24 de mayo de 2022

Para iniciar tu vuelo lo primero es dejar de ver el suelo y alzar la vista hacia el horizonte

 


¿Alguna vez, mientras desarrollando la Gran Comisión encargada por nuestro Señor de ir por todo el mundo predicando el Evangelio a toda criatura, te has encontrado con personas que dudan de aceptar el llamado pues no se creen capaces de cumplir lo requerido?

 

Es cierto que nuestro Señor en su momento exhortó a todo aquel que quisiera seguirle a calcular los costos de ello cuando dijo “¿quién de vosotros, deseando edificar una torre, no se sienta primero y calcula el costo, para ver si tiene lo suficiente para terminarla? No sea que cuando haya echado los cimientos y no pueda terminar, todos los que lo vean comiencen a burlarse de él”; pero también es cierto que lo requerido para cumplir con el llamado no depende de nosotros, de nuestras fuerzas, de nuestra capacidad, si así fuese no ocuparíamos el Espíritu de Dios en nosotros.

 

Pablo, así es, Pablo, autor inspirado de la mitad del Nuevo Testamento, el Apóstol de los Gentiles, el que recorrió medio mundo y fundó decenas de congregaciones, él mismo señala de sí: “Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí.  Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí!, ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado”. Si nos atuviéramos a que aquello de calcular los costos del discipulado se refiere a si uno será capaz de sí y por sí de llevar a cabo lo requerido, no podríamos menos que señalar que Pablo era el menos capacitado por lo que él mismo señala.

 

De hecho, él mismo en su segunda carta a los de Corinto, hablando de esto, señala el fundamento de su fuerza, que por cierto no es él: “Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”.

 

De esta forma hay que tener muy en claro que nadie de sí o por sí tiene la capacidad para cumplir con el llamamiento, pero es el Espíritu de Dios quien nos da de su guía y de su fortaleza para avanzar en el Camino a las promesas que se nos han dado.

 

Pero entonces, ¿a qué se refiere Jesús con aquello de calcular los costos?, dado que la parábola se refiere a uno que quiso construir una torre, el señalamiento apunta claramente a aquello que debemos lograr, a lo que de nosotros se espera, a las cuestiones doctrinales que debemos cumplir y a los frutos que de nosotros se espera demos, es decir, calcular los costos para construir la torre se refiere a tener claro lo que debemos alcanzar aunque eso se lleve tiempo y aunque en el andar hacia ello caigamos y tropecemos.

 

Los elegidos que hemos respondido al llamamiento del Padre para venir a salvación en el presente siglo sabemos que no tenemos la fuerza ni la capacidad de alcanzar por nosotros mismos lo que se nos ha prometido, pero también sabemos que es el Espíritu de Dios en nosotros el que nos va habilitando para que durante ese nuestro andar se replique en nosotros el carácter perfecto y santo de nuestro Padre Dios, así que con ese entendimiento no ponemos la mirada en nuestras debilidades, torpezas, rebeldías y cobardías, sino en el poder y majestuosidad de Quien nos llamó a salvación, después de todo para iniciar tu vuelo lo primero es dejar de ver el suelo y alzar la vista hacia el horizonte.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx



Referencias:

Mateo 28:19; Marcos 16:15; Lucas 14:28; Proverbios 24:27; Romanos 7:19-25; 2 Corintios 12:7-10; 1 Corintios 4:-5


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