Cuando
uno analiza la vida de aquellas personas que el mundo considera ejemplo de
esfuerzo, tenacidad y logro puede darse cuenta que los mismos perfilan un
espíritu temerario que avanza incluso cuando tiene todo en contra. Si así es
desde el punto de vista material ¡cuánto y más debería ser desde el punto de
vista espiritual!
Pablo en su segunda carta a Timoteo le dice “porque no
nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio
propio. Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de
mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el
poder de Dios”.
Ese espíritu de poder, de amor y de dominio propio que
menciona Pablo es lo que podríamos denominar un espíritu temerario, con todo y
todo hay que acotar que dicho término, en el contexto aquí utilizado, apunta a
un espíritu arriesgado, atrevido, osado, audaz, no a un espíritu imprudente,
irreflexivo, aventurado.
Esto porque el elegido sigue la recomendación de Jesús
cuando dijo “porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se
sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para
acabarla? No sea que después que haya puesto el cimiento, y no pueda acabarla,
todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él, diciendo: Este hombre
comenzó a edificar, y no pudo acabar. ¿O qué rey, al marchar a la guerra contra
otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer frente con diez mil al
que viene contra él con veinte mil? Y si
no puede, cuando el otro está todavía lejos, le envía una embajada y le pide
condiciones de paz”.
De esta forma, una vez que elegido ha calculado los
costos de seguir a Jesús, se lanza en pos de las promesas que han sido dadas
sin perder la vista de ello, pues como dijo nuestro Señor Jesús en su momento
“ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el
reino de Dios”.
De esta forma, aquel espíritu temerario sabe que aunque
pareciera tener todo en contra, como dice la Palabra, “si Dios está por
nosotros, ¿quién estará contra nosotros?”, siendo que esa comprensión anima a
no desistir en el andar por el Camino pues como nuestro Señor Jesús dijo por
medio de Juan en el último libro de la Escritura “sé fiel hasta la muerte, y yo
te daré la corona de la vida”.
Las promesas que hemos recibido exceden con mucho
cualquier cosa que podamos padecer, como dice Pablo escribiendo a los de Roma
“pues considero que los sufrimientos de este tiempo presente no son dignos de
ser comparados con la gloria que nos ha de ser revelada”, de igual forma dichas
promesa superar con mucho cualquier cosa que nos podamos imaginar, como dice
Pablo en su primer carta escribiendo a los de Corinto “como está escrito: Lo
que ojo no vio, ni oreja oyó, ni ha subido en corazón de hombre, es lo que Dios
ha preparado para aquellos que le aman”, pero para alcanzar esas promesas necesitamos
ese espíritu arriesgado, atrevido, osado, audaz, después de todo las grandes
conquistas de la vida están reservadas para los espíritus temerarios.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
2
Timoteo 1:7-8; Romanos 8:15; Lucas 14:28-33; Mateo 20:22-23; Lucas 9:62; Filipenses
3:13; Romanos 8:31; Salmos 118:6; Revelación 2:10; 1 Corintios 9:25; Romanos
8:18; 2 Corintios 4:17; 1 Corintios 2:9; Salmos 31:19
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