martes, 22 de febrero de 2022

Una vida sin metas, retos ni sueños es como pretender avanzar en un auto sin gasolina, llantas ni motor

 


Quienes hemos respondido al llamamiento del Padre para venir a salvación en el presente siglo no lo hemos hecho sin tener una visión clara de lo que dicha respuesta implicaba. El andar por el Camino nos establecía metas que buscaríamos, retos que enfrentaríamos, y sueños que alcanzaríamos. Todo ello nos impulsa a avanzar, entre tropiezos y caídas, siempre hacia adelante.

 

El llamamiento respondido implicó desde el inicio la meta que debía alcanzarse, esa meta es muy clara: permanecer fieles hasta el final. Jesús antes de su partida señalo a los suyos  “el que persevere hasta el fin, ése será salvo” y de nueva cuenta nuestro Señor por medio de Juan en Revelación reiteró aquello al señalar “sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida”. Esa fidelidad es tanto en la fe como en las obras, es decir, mantenerse firme en aquello que se ha creído y en consecuencia poner por obra esa fe que se dice profesar.

 

Pero nuestro Señor no solamente estableció lo que de nosotros se esperaba sino que también aclaró aquellos retos que los elegidos enfrentaríamos: rechazo, persecución y tribulación. Antes de partir nuestro Señor le dijo a los suyos “seréis odiados de todos por causa de mi nombre”, de igual forma ese reto implica por razones obvias un esfuerzo de nuestra parte para no claudicar del llamamiento al que se ha respondido, como Pablo escribió en su primer carta a los de Corinto “¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos en verdad corren, pero sólo uno obtiene el premio? Corred de tal modo que ganéis. Y todo el que compite en los juegos se abstiene de todo. Ellos lo hacen para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible”.

 

Y si bien tanto la meta como los retos eran claros, más claros, para impulsarnos a andar en el Camino, son los sueños a los que les hemos apostado su realización: la inmortalidad como hijo de Dios en perfección y santidad siendo reyes y sacerdotes con Cristo en el reino venidero. Como escribe Juan en su primer carta “cuando Él se manifieste, seremos semejantes a Él porque le veremos como Él es”, a lo cual hace eco Pedro en su segunda carta cuando señala “por medio de las cuales nos ha concedido sus preciosas y maravillosas promesas, a fin de que por ellas lleguéis a ser partícipes de la naturaleza divina, habiendo escapado de la corrupción que hay en el mundo por causa de la concupiscencia”.

 

Con todo esto en mente, cuando uno detiene su andar por el Camino, es necesario de nueva cuenta que ponga la mirada en aquello que de inicio comenzó ese andar, después de todo una vida sin metas, retos ni sueños es como pretender avanzar en un auto sin gasolina, llantas ni motor

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 


Referencias:

Mateo 24:13; Lucas 21:19; Revelación 2:10; Lucas 12:4-7; Mateo 10:22; Juan 15:18; 1 Corintios 9:25; 1 Timoteo 6:12; 2 Pedro 1:4; Efesios 4:13

 


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