La
vida cristiana se fundamenta, sí: en el sacrificio redentor de nuestro Señor
Jesús, pero de igual forma, y como consecuencia de esto, en cumplir con la
voluntad del Padre.
El
elegido sabe que es salvo por gracia, no por obras, como escribe Pablo a los de
Éfeso “porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros,
pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”, pero al mismo
tiempo sabe que la respuesta al llamado del Padre para venir a salvación en el
presente siglo implica poner por obra esa fe que se dice profesar.
Respecto
de esta simbiosis fe y obras, nuestro Señor lo dejó muy claro cuando señaló “Cualquiera,
pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente,
que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y
soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba
fundada sobre la roca. Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace,
le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y
descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu
contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina”.
Y
todavía más enfático fue al señalar “No todo el que me dice: Señor, Señor,
entrará en el reino de los cielos: más el que hiciere la voluntad de mi Padre
que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no
profetizamos en tu nombre, y en tu nombre lanzamos demonios, y en tu nombre
hicimos mucho milagros? Y entonces les
protestaré: Nunca os conocí; apartaos de mí, obradores de maldad”. Por cierto,
la última palabra de esta cita, maldad, se ha traducido del griego ἀνομίαν, anomian,
que literalmente significa “sin ley”, por lo que hacer la voluntad de Dios pasa
por cumplir Su Ley, los Diez Mandamientos, mientras que los hacedores de maldad
son quienes no la cumplen, lo cual queda claro cuando Pablo, escribiendo a los
de Roma, les dice “porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios,
sino los que cumplen la ley, ésos serán justificados”.
Ahora
bien, no solo se trata de hablar, decir, y proclamar, sino de actuar en
consecuencia con ello. Pablo escribiendo a los de Roma les deja muy claro este
punto cuando les dice “tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo?
Tú que predicas que no se ha de hurtar, ¿hurtas? Tú que dices que no se ha de
adulterar, ¿adulteras? Tú que abominas de los ídolos, ¿cometes sacrilegio? Tú
que te jactas de la ley, ¿con infracción de la ley deshonras a Dios? Porque
como está escrito, el nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles por causa
de vosotros”
Sobre
esto mismo, Jacobo, el medio hermano de Jesús, escribe en su carta diciendo “Pero
sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros
mismos. Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, este
es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él
se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. Mas el que mira
atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no
siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, este será bienaventurado en
lo que hace. Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su
lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana. La religión
pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a
las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo”.
De
esta forma no solo se trata de ir por todo el mundo proclamando el Evangelio,
lo cual es parte medular de lo que se conoce como la Gran Comisión, sino que
también se requiere que en concordancia con eso se ponga por obra la fe que se
dice profesar, así que ya lo sabes, no pierdas mucho tiempo diciendo lo que harás, mejor hazlo y deja que tus
acciones hable por ti.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Efesios
2:8-9; Romanos 3:24; Mateo 7:24-27; Lucas 6:46-49; Romanos 2:13; Juan 13:17; Romanos
2:21-24; Lucas 12:41-48; Santiago 1:22-27; 1 Juan 2:3; Mateo 28:19; Marcos
16:15
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