martes, 15 de marzo de 2022

En la vida, las metas deben estar pensadas en función de uno mismo, y no al revés



Los elegidos hemos recibido un sinfín de promesas de parte del Padre: ser reyes y sacerdotes con Cristo en el reino venidero, alcanzar la perfección y la santidad, logar la vida eterna, y llegar a ser parte de la familia divina como hijos de Dios, pero todas estas promesas no deben ser vistas como un mero intercambio comercial donde Dios nos da algo que hemos obtenido por nuestro esfuerzo sino como regalos inmerecidos obtenidos por medio del sacrificio redentor de Jesús.

 

De igual forma esas metas, si bien nos ayudan a avanzar en el Camino por la esperanza que las mismas ponen en nuestro corazón, deben ser algo secundario que nos motive a avanzar, no lo primario pues entonces buscaríamos a Dios solo por lo que Él nos puede dar, sino como adicional al conocer la verdad que de Dios deviene, lo cual debe ser lo principal en nuestra vida.

 

Cuando llegamos al conocimiento de Dios y su Hijo eso mismo, y por sí solo, nos debe de convencer de vivir conforme a su voluntad, después de todo solo la verdad divina es realidad siendo todo lo demás es mentira así que de esta forma ¿quién quisiera vivir en la mentira, en lo irreal, en lo no existente?

 

Dios mismo, al llamarnos a salvación, nos está compartiendo no solo lo que podríamos llamar verdad a través de su Palabra, tanto escrita como hecha carne, sino que Él mismo, siendo esa verdad, se nos está compartiendo para que viviendo en ella, viviendo en Él, tengamos acceso a lo que es real, a lo único que es existente.

 

De nuevo: Las promesas recibidas nos son de extrema utilidad por la motivación que las mismas imprimen a nuestra vida, pero el fundamento sobre el que tenemos que construir es la verdad proclamada por Dios y su Hijo, de hecho Jesús mismo indicó esto extendiendo esta verdad no solo a nuestro tiempo sino incluso a la vida eterna cuando declaró “y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado”, de esta forma incluso la vida eterna se convierte en un medio cuyo fin es avanzar en el conocimiento de Dios y su Hijo.

 

Es así como el avanzar en ese conocimiento debe ser prioridad en la vida del elegido, siendo que de esta forma la exigencia de uno se centra en día con día aprender, comprender más, pero también en aplicar más ese conocimiento, esa comprensión.

 

En el andar por el Camino las promesas son importantes por la motivación que las mismas nos dan, pero teniendo la mirada en Aquel que nos ha llamado a salvación uno debe constantemente estarse exigiendo crecer en el conocimiento de Dios y su Hijo y en poner por obra esa fe que se dice profesar, después de todo en la vida, las metas deben estar pensadas en función de uno mismo, y no al revés.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 

 

Referencias:

Revelación 5:10; Éxodo 19:6; 1 Pedro 1:16; Levítico 19:2; Mateo 5:48; Deuteronomio 18:13; Romanos 6:23; Mateo 25:46; Juan 1:12; Romanos 8:16; Colosenses 1:10; 2 Pedro 3:18; Juan 17:17; 2 Samuel 7:28; Mateo 7:24-27; Proverbios 10:8; Juan 17:3; Santiago 1:22; Romanos 2:13 

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