Tal
vez una de las sensaciones más desalentadoras que puede sentir el elegido
cuando responde al llamamiento del Padre para venir a salvación en el presente
siglo, es el rechazo que de los demás puede comenzar a recibir. Ese rechazo
puede ser laboral, social e incluso familiar generando en quien lo recibe un
sentimiento de desánimo.
Esto
no debería sorprendernos pues nuestro Señor nos previno de ello. Claramente
antes de partir le dijo a los suyos, y en su figura a todos los seguidores de
todos los tiempos, “entonces os entregarán a tribulación, y os matarán, y
seréis odiados de todas las naciones por causa de mi nombre”, pero junto con
eso nuestro Señor también nos entregó palabras esperanza pues también en su
momento señaló “en el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al
mundo”.
La
historia de la iglesia de Dios es prueba viviente del cumplimiento de las
palabras de nuestro Señor. Los elegidos de todos los tiempos han padecido
rechazo, persecución, tribulación lo cual, si bien pesa, duele, no debe ser
factor que nos impida seguir avanzando en el Camino hacia las promesas que se
nos han dado ya que, en ese mismo sentido, nuestro Señor dejó muy clara la
necesidad de mantenernos firmes hasta el final: “Mas el que persevere hasta el fin, este será salvo”.
Pero volviendo sobre el sentimiento de abatimiento que
puede sobrevenir ante el rechazo, la persecución, la tribulación que se
padezca, esto debe verse a la luz de lo que hemos dejado, el mundo, y en pos de
lo que vamos, las promesas del Padre: “Porque todo lo que hay en el mundo, la
pasión de la carne, la pasión de los ojos y la arrogancia de la vida, no
proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y también sus pasiones,
pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”. En ese sentido,
¿qué tanto debería podernos en cuanto a que nos rechace o persiga algo que está
pasando, que está por terminar, si vamos en pos de promesas de vida eterna?
Más sin embargo no se demerita ese sentimiento de
abatimiento que aquel rechazo, que aquella persecución, que aquella tribulación
puede hacer en uno, pero si se entiende que eso mismo desgasta lo que no puede
entrar al Reino de Dios mientras que pule, fortalece lo que sí, podemos
entonces comprender incluso el valor de aquello, en ese sentido, como escribe
Pablo en su segunda carta a los de Corinto, “por tanto, no desmayamos; antes
aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante
se renueva de día en día”.
No hemos sido llamados a salvación para seguir en aquello
que solo nos daba muerte, este cambio puede llegar a ser doloroso por el
rechazo, la persecución, la tribulación que del mundo padeceremos, pero
entendamos que estamos construyendo un
nuevo mundo, un mundo de promesas de vida eterna en el reino venidero,
así que ya lo sabes, si sientes que tu mundo se acaba, ¡crea uno nuevo y
comienza tu andar en él!
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Mateo
24:9; Daniel 11:33; Juan 16:33; Hechos 14:22; Mateo 24:13; Lucas 21:19; 1 Juan 2:17; 1 Corintios 7:31; 2
Corintios 4:16; Isaías 40:31
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