La
vida cristiana no es una vida blandengue o pusilánime, en su segunda carta a
Timoteo Pablo explica esto cuando señala “Porque no nos ha dado Dios espíritu
de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. Por tanto, no te
avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino
participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios”.
Lo
anterior dista mucho de algunos ejemplos en la Escritura que, sí: son para
nuestra edificación, pero en el sentido de no imitarlos. Por ejemplo, cuando
nuestros primeros padres pecaron ¿cuál fue la justificación de Adán? “La mujer
que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí”, ¿y cuál fue la
justificación de Eva? “La serpiente me engañó, y comí”. Esto dista mucho de un
actuar con carácter.
Poco
antes de que el pueblo de Israel entrase a la tierra prometida, tenemos aquel
exhorto de Dios a su pueblo, exhorto que se conoce como las bendiciones o las
maldiciones que devendrían, respectivamente, de hacer o no la voluntad de Dios,
y más delante se cierra ese discurso cuando Dios señala al respecto “A los
cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto
delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la
vida, para que vivas tú y tu descendencia”.
El
hacer Dios al hombre a su imagen y semejanza incluía, sí; vida y conciencia,
pero más allá de ello, la libertad para poder decidir qué camino tomar. Esa
libertad conlleva la responsabilidad de aceptar las consecuencias de nuestro
actuar, no andarnos excusarnos de ello, pero más aún, y respecto del
llamamiento al que se ha respondido, de esforzarnos por avanzar con decisión
hacia las promesas que se nos han dado.
Josué
expresa esto de manera muy clara cuando exhorta al pueblo de Israel, también
previo a entrar a la tierra prometida, diciendo “Y si mal os parece servir a
Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron
vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los
amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová”, algo
muy parecido a lo que en su momento dijo Elías al pueblo de Israel: “Elías se
acercó a todo el pueblo y dijo: ¿Hasta cuándo vacilaréis entre dos opiniones?
Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, seguidle a él. Pero el pueblo no le
respondió ni una palabra”.
Volviendo
sobre la cita de Pablo en su segunda carta a Timoteo, él señala claramente a
qué se refiere ese actuar con poder, de amor y de dominio propio: “Por tanto,
no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor”. De esta forma debemos
mostrar con nuestro actuar, con nuestro hacer, la fe que decimos profesar,
nuestro saber, después de todo ante las
oportunidades de la vida tú decides, sí o no, pero que sea con carácter.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
2
Timoteo 1:7-9; Isaías 11:2; Romanos 8:15; Génesis 3:12-13; 1 Samuel 15:15; Proverbios
28:13; Deuteronomio 28:1-69; Éxodo 15:26; Deuteronomio 30:19; Éxodo 23:22; Génesis
1:26; Efesios 4:24; Josué 24:15; 1 Reyes 18:21; Miqueas 4:5
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