martes, 5 de octubre de 2021

Ante las oportunidades de la vida tú decides, sí o no, pero que sea con carácter

 


La vida cristiana no es una vida blandengue o pusilánime, en su segunda carta a Timoteo Pablo explica esto cuando señala “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios”.

 

Lo anterior dista mucho de algunos ejemplos en la Escritura que, sí: son para nuestra edificación, pero en el sentido de no imitarlos. Por ejemplo, cuando nuestros primeros padres pecaron ¿cuál fue la justificación de Adán? “La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí”, ¿y cuál fue la justificación de Eva? “La serpiente me engañó, y comí”. Esto dista mucho de un actuar con carácter.

 

Poco antes de que el pueblo de Israel entrase a la tierra prometida, tenemos aquel exhorto de Dios a su pueblo, exhorto que se conoce como las bendiciones o las maldiciones que devendrían, respectivamente, de hacer o no la voluntad de Dios, y más delante se cierra ese discurso cuando Dios señala al respecto “A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia”.

 

El hacer Dios al hombre a su imagen y semejanza incluía, sí; vida y conciencia, pero más allá de ello, la libertad para poder decidir qué camino tomar. Esa libertad conlleva la responsabilidad de aceptar las consecuencias de nuestro actuar, no andarnos excusarnos de ello, pero más aún, y respecto del llamamiento al que se ha respondido, de esforzarnos por avanzar con decisión hacia las promesas que se nos han dado.

 

Josué expresa esto de manera muy clara cuando exhorta al pueblo de Israel, también previo a entrar a la tierra prometida, diciendo “Y si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová”, algo muy parecido a lo que en su momento dijo Elías al pueblo de Israel: “Elías se acercó a todo el pueblo y dijo: ¿Hasta cuándo vacilaréis entre dos opiniones? Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, seguidle a él. Pero el pueblo no le respondió ni una palabra”.

 

Volviendo sobre la cita de Pablo en su segunda carta a Timoteo, él señala claramente a qué se refiere ese actuar con poder, de amor y de dominio propio: “Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor”. De esta forma debemos mostrar con nuestro actuar, con nuestro hacer, la fe que decimos profesar, nuestro saber, después de todo ante las oportunidades de la vida tú decides, sí o no, pero que sea con carácter.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 

 

Referencias:

2 Timoteo 1:7-9; Isaías 11:2; Romanos 8:15; Génesis 3:12-13; 1 Samuel 15:15; Proverbios 28:13; Deuteronomio 28:1-69; Éxodo 15:26; Deuteronomio 30:19; Éxodo 23:22; Génesis 1:26; Efesios 4:24; Josué 24:15; 1 Reyes 18:21; Miqueas 4:5


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