martes, 12 de octubre de 2021

Cada éxito conseguido se convierte en el escalón para impulsarte hacia el siguiente

 


Cuando alguien, respondiendo al llamado del Padre viene a salvación en el presente siglo, comienza un andar lleno de retos, acechanzas y vicisitudes que bien podría identificarse con una guerra. Pablo reconoce esto cuando señala que “no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”, es por ello que seguidamente exhorta a los elegidos a vestirse con la armadura de Dios: ceñidos los lomos con la verdad, vestidos con la coraza de justicia, calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz, tomando el escudo de la fe y el yelmo de la salvación así como la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios.

 

En esta guerra en ocasiones salimos victoriosos y en ocasiones no, pero como dice Pablo “[…] estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos”, siendo que incluso esto actúa en nosotros para templarnos, como menciona Pedro en su primer carta “amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese,  sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría. Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros. Ciertamente, de parte de ellos, él es blasfemado, pero por vosotros es glorificado. Así que, ninguno de vosotros padezca como homicida, o ladrón, o malhechor, o por entremeterse en lo ajeno;  pero si alguno padece como cristiano, no se avergüence, sino glorifique a Dios por ello”.

 

¿Y cuál es el fin de todo esto?, relejar el carácter perfecto y santo de nuestro Padre Dios, como señala Pablo en su carta a los de Éfeso “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”, el cual, como señala también Pablo pero en su carta a los de Colosas, “es la imagen del Dios invisible”, y como también señala Pablo pero en su segunda carta a los de Corinto, “estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu”.

 

Con todo y todo, es decir, sea que en una batalla triunfemos o no, como escribe Pablo a los de Roma, “sabemos que Dios obra en toda situación para el bien de los que lo aman, los que han sido llamados por Dios de acuerdo a su propósito”, siendo que Daniel es más claro cuando señala, sobre todo en el caso cuando no triunfamos, “también algunos de los entendidos caerán, a fin de ser refinados, purificados y emblanquecidos”,  esto porque, como señala Salomón “El crisol es para la plata y el horno para el oro, pero Jehová prueba los corazones”, y en ese sentido como señala Pablo en su segunda carta a los de Corinto, damos “gracias a Dios, que en Cristo siempre nos lleva en triunfo, y que por medio de nosotros manifiesta en todo lugar la fragancia de su conocimiento”, después de todo, en este andar hacia las promesas que se nos han dado, cada éxito conseguido se convierte en el escalón para impulsarte hacia el siguiente.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx


 

Referencias:

Efesios 6:10-18; Filipenses 4:8; 2 Corintios 4:8-10; Salmos 129:2; 1 Pedro 4:12-16; 1 Corintios 3:13; Daniel 11:35; Proverbios 17:3; Isaías 48:10; Efesios 4:13; Filipenses 3:10; Colosenses 1:15; Juan 1:18; 2 Corintios 3:18; 1 Corintios 13:12; Romanos 8:28; 1 Corintios 1:9; 2 Corintios 2:14; Juan 16:33


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