martes, 3 de agosto de 2021

Para ser líder de los demás primero debes ser líder de ti mismo

 


La cuestión del liderazgo en la vida cristiana es algo que damos por hecho quienes hemos respondido al llamamiento del Padre para venir a salvación en el presente siglo. Dicho liderazgo no se circunscribe a tener autoridad en la iglesia sino más bien a ser ejemplo a los demás. De esta forma todos estamos llamados a ser líderes.

 

Este llamado está más que claro cuando Pablo, escribiendo a Timoteo le dice en su primer carta “no permitas que nadie menosprecie tu juventud; antes, sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, fe [y] pureza”, eso por el ejemplo que uno es ante los demás, como en esa misma carta le señala a Timoteo: “para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad”.

 

Pero de igual forma, Pablo, para pedir aquello, sabe que él mismo primeramente debe mostrar aquello que espera ver en los demás, por eso escribiendo a los de Filipo les dice “hermanos, sed imitadores míos, y observad a los que andan según el ejemplo que tenéis en nosotros” o como cuando en su segunda carta a los de Tesalónica les dice, sobre el hecho de haberse ganado con trabajo propio el sustento sin pedirle nada a nadie, “no porque no tengamos derecho [a ello], sino para ofrecernos como modelo a vosotros a fin de que sigáis nuestro ejemplo”.

 

De igual forma, ejemplos de liderazgo los tenemos a lo largo de la Escritura, como señala Jacobo, el medio hermano de Jesús, “hermanos, tomad como ejemplo de paciencia y aflicción a los profetas que hablaron en el nombre del Señor”, pero sin duda alguna que el principal ejemplo, que la figura más clara de liderazgo la tenemos en la persona de nuestro Señor Jesús, como escribe Juan en su primer carta refiriéndose a Cristo: “el que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo”.

 

Nomás que cuidado, el ser ejemplo ante otros, el ejercer ese liderazgo individual, implica una gran responsabilidad pues en ello debe haber congruencia para que la Palabra no sea vilipendiada, como señala Pablo escribiendo a los Romanos “Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú que predicas que no se ha de hurtar, ¿hurtas? Tú que dices que no se ha de adulterar, ¿adulteras? Tú que abominas de los ídolos, ¿cometes sacrilegio?  Tú que te jactas de la ley, ¿con infracción de la ley deshonras a Dios?”.

 

Sobre esto nuestro Señor dejó muy clara la responsabilidad de aquel que dice pero no hace o hace lo contrario de lo que dice: “¡Ay del mundo por los tropiezos! porque es necesario que vengan tropiezos, pero ¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo!”, siendo que para esto primero uno debe cambiar en uno lo que desea cambiar en los demás, como de igual forma lo señaló nuestro Señor, estableciendo de esta manera el camino hacia el liderazgo individual del que estamos hablando: “¿Y por qué miras la mota que está en el ojo de tu hermano, y no te das cuenta de la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo puedes decir a tu hermano: ``Hermano, déjame sacarte la mota que está en tu ojo, cuando tú mismo no ves la viga que está en tu ojo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu ojo y entonces verás con claridad para sacar la mota que está en el ojo de tu hermano”.

 

Como miembros del Cuerpo de Cristo tenemos una gran responsabilidad ante el mundo y ante los hermanos y hermanas de la fe, esa responsabilidad pasa por llegar a reflejar en nuestra vida la imagen de nuestro Señor Jesús llegando de esta forma a tener un liderazgo individual que testifique a las naciones y edifique a los de casa, buscando primero vivir uno aquello que profesa a los demás, después de todo para ser líder de los demás primero debes ser líder de ti mismo.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx



Referencias:

1 Timoteo 4:12; Tito 2:7; 1 Timoteo 3:15; 1 Corintios 10:32; 2 Tesalonicenses 3:9; 1 Corintios 4:16; Filipenses 3:17; 1 Pedro 5:3; Santiago 5:10; Hebreos 13:7; 1 Juan 2:6; 1 Pedro 2:21; Romanos 2:21-23; Lucas 11:46; Mateo 18:7; 1 Corintios 11:19; Lucas 6:41-42; Mateo 7:1


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