Desde
el principio la relación de alguien que quiere servir al Señor está enmarcada
en una serie de directrices tanto de hacer como de no hacer. Por ejemplo, en su
momento, una vez que Dios sacó a su pueblo de Egipto, claramente les dijo, “a
los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he
puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues,
la vida, para que vivas tú y tu descendencia”.
Esas
directrices tienen el objetivo de edificarnos pero también de protegernos, lo
cual es valioso en sí mismo, pero como todo, si no es entendido y practicado
con sabiduría puede llegar a obstaculizarnos nuestro andar por el Camino.
Todos
conocemos aquellos enfrentamientos dialécticos que nuestro Señor tuvo con los
líderes religiosos de su tiempo, la mayoría puede resumirse en aquella frase
que de igual forma en su momento nuestro Señor les dijo: “en vano me honran, enseñando
doctrinas y mandamientos de hombres”.
Pablo
se enfrentó al mismo problema en la iglesia naciente, al respecto escribiendo a
los de Roma, abordó un problema que había en aquella comunidad: “Porque uno
cree que se ha de comer de todo; otro, que es débil, come legumbres”.
En
este último caso, si bien la dieta alimenticia tiene sus referentes referido a
aquellos considerado por la Escritura como apto para comer de aquello que no lo
es, al parecer esta comunidad estaba llevando más allá las directrices.
La
solución que planteó Pablo para este problema nos puede servir para cualquier
cuestión práctica de nuestro andar por el Camino: “Recibid al débil en la fe,
pero no para contender sobre opiniones […] El que come, no menosprecie al que no come, y
el que no come, no juzgue al que come; porque Dios le ha recibido. ¿Tú quién
eres, que juzgas al criado ajeno? Para su propio señor está en pie, o cae; pero
estará firme, porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme”.
Fijémonos
como es que incluso el Apóstol Pedro cayó en un problema donde sus ideas, que
supuestamente lo protegían de transgredir la doctrina, llevaron a limitarlo en
su actuar con los demás hasta que Pablo se lo señaló: “Pero cuando Pedro vino a
Antioquía, le resistí cara a cara, porque era de condenar. Pues antes que viniesen algunos de parte de
Jacobo, comía con los gentiles; pero después que vinieron, se retraía y se
apartaba, porque tenía miedo de los de la circuncisión. Y en su simulación participaban también los
otros judíos, de tal manera que aun Bernabé fue también arrastrado por la
hipocresía de ellos. Pero cuando vi que
no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio, dije a Pedro delante
de todos: Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como judío, ¿por
qué obligas a los gentiles a judaizar?”.
Ahora
bien, ante todo lo dicho anteriormente hay que aclarar que no se trata de
propugnar por un relajamiento doctrinal o caer en un relativismo moral, al
contrario, como escribe Pablo en su primera carta a los de Corinto “así que, el
que piensa estar firme, mire que no caiga”, pero sí cuidar que aquello que
pensamos, en vez de llevarnos por medio de la doctrina en libertad a las
promesas no esté fundamentado en creencias personales que nos limiten, de esta
forma, cuida que no sea que las
mismas ideas que te protegen sean las que te limiten.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Deuteronomio
30:19; Génesis 2:16-17; Mateo 15:9; Isaías 29:13; Romanos 14:2; 1 Corintios
8:9; Romanos 14:1, 3-4; Gálatas 2:11-21; Tito 1:15; 1 Corintios 10:12; 2 Pedro
3:17
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