La
vida cristiana no consiste solo en creer sino también en hacer. Claramente
Jesús les dijo en su momento a los de su tiempo, y en su figura a todos
aquellos que le oyesen, “¿por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que
yo digo?” y todavía para aclarar más el asunto señaló “no todo el que me dice:
Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos: más el que hiciere la voluntad
de mi Padre que está en los cielos”.
La
salvación no es algo que ganamos con nuestras obras sino algo que nos es dado
cuando aceptamos el sacrificio redentor de Jesús, como dice Pablo escribiendo a
los de Éfeso “porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de
vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”.
De
esta forma, una vez salvos, lo que se espera de los elegidos que han respondido
al llamamiento del Padre es que actúen en consecuencia, es decir, que sus obras
demuestren esa fe que dicen profesar, como dice Jacobo, el medio hermano de
Jesús en su carta, “hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene
fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? Y si un hermano o una hermana están desnudos,
y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz,
calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el
cuerpo, ¿de qué aprovecha? Así también
la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma”.
Ahora
bien, esto de poner por obra esa fe que si dice profesar lleva dos vertientes,
una que tiene que ver con el efecto que esto tiene en el creyente, la otra el
efecto que aquello tiene en el mundo.
En
cuanto al efecto que en el creyente tienen las obras que se realizan como parte
de la fe que se dice profesar está el ir desarrollando en nosotros el carácter
perfecto y santo de Cristo, imagen del Dios invisible, como dice Pablo escribiendo a los de Éfeso, “hasta que todos
lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, a la
condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de
Cristo”.
Ahora
bien, en cuanto al efecto que en el mundo
tienen las obras que el creyente realiza como parte de la fe que se dice
profesar está el servir para que el mismo vea la gloria del Padre, como dijo
Jesús en su momento, “así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que
vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los
cielos”.
De
esta forma, el avanzar decididamente por el Camino implica creer pero también
hacer, siendo que cada paso que de esta forma se dé al andar desarrollará en
nosotros el carácter perfecto y santo de nuestro Padre Dios y de igual forma al
mundo le hablará de Su gloria, después de todo cada paso que imprimes en tu
vida te cambia a ti... y al camino que recorres.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Lucas 6:46; Santiago 1:22; Efesios 2:8-9; Romanos 3:24; Mateo 5:48; Levítico 19:2; 1 Pedro 1:16; Levítico 19:2; Efesios 4:13; Gálatas 4:19; Mateo 5:16; Juan 15:8
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