martes, 30 de marzo de 2021

¿En el camino de tu vida te tropezaste con una piedra?, ¡qué bien: úsala en la construcción de tu vida!

 


El andar por el Camino no está exento de caídas. La Escritura en ninguna parte dice que el justo nunca cae, al contrario, claramente señala que “siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse”.

 

Aunque al subir de las aguas del bautismo y recibir mediante la imposición de manos el Espíritu de Dios hemos venido a ser sus hijos, aún impera en nosotros la naturaleza carnal que implica imperfección, imperfección que terminará hasta que nuestro Señor regreso y seamos transformados, como dice Juan en su primera carta “amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es”.

 

Con todo y todo, ¿qué hacer con los tropiezos, con las caídas? Fíjate que la pregunta es “qué hacer con los tropiezos y caídas” no “qué hacer cuando tropezamos y caemos”, esto porque lo segundo ya ha sido respondido con la cita de la Palabra que señala “siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse”, a saber: levantarnos de cada tropiezo, de cada caída, y seguir avanzando a las promesas, como dice Pablo en su segunda carta a los de Corinto: “Afligidos en todo, pero no agobiados; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no destruidos”.

 

Pero entonces de nuevo: ¿qué hacer con los tropiezos, con las caídas? Cuando tropezamos, cuando caemos, lo hacemos porque hay algo que nos ha hecho tropezar y caer. Ese algo puede ser el Enemigo, el Mundo o la Carne que usando nuestra propia concupiscencia nos llevan al pecado, como escribe Jacobo, el medio hermano de Jesús en su carta: “Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie;  sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido.  Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte”. Aun así, después de levantarnos de cada tropiezo, de cada caída, podemos usar ese tropiezo, esa caída para aprender de él.

 

¿Te acuerdas de la historia de Job? La misma Palabra declara de Job que era un “hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal”, pero entonces ¿cuál era su problema?, ¿sobre qué tenía que ser corregido, edificado? Fíjate como Job era todo eso que declara la Escritura, pero su problema era precisamente que por eso se creía en sí mismo justo, en un momento llega a decir “me aferraré a mi justicia y no la soltaré. Mi corazón no reprocha ninguno de mis días”, pero ¿qué sucede una vez que ha pasado por todas las pruebas que le vinieron y que fue redargüido por Dios? Después de todo esto el hablar de Job cambia: “yo hablaba lo que no entendía; Cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no comprendía. Oye, te ruego, y hablaré; te preguntaré, y tú me enseñarás”.

 

Puede decirse que Job tropezó en su propia vanagloria, pero sin dejarse abatir retoma el andar con otra postura, de esta forma el justo no solo se ha levantado sino que del tropiezo, de la caída ha aprendido, igual podemos hacer nosotros, así que ya sabes ¿en el camino de tu vida te tropezaste con una piedra?, ¡qué bien: úsala en la construcción de tu vida!

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx



Referencias:

Proverbios 24:16; Job 5:19; Salmos 37:24; 1 Juan 3:2; Salmos 17:15; 2 Corintios 3:18; Colosenses 3:4; 2 Corintios 4:8-9; Isaías 40:31; Romanos 8:35; Santiago 1:13-16; Romanos 9:19,20; Job 1:1; 27:6; 42:3-4


martes, 23 de marzo de 2021

Un buen líder siempre va al frente de sus seguidores y si vienen problemas se adelanta aún más

 


Hay un dicho popular que señala que las palabras mueven pero que el ejemplo arrasa. Esto en referencia a que más allá de lo que podamos decir son finalmente nuestros actos los que terminan por definir y por mostrarles a los demás lo que somos.

 

¿Te has dado cuenta cómo es que los seguidores de Jesús no se caracterizan solo por arengar a los demás sino por mostrar en su vivir lo que con sus palabras expresan? Pablo escribiendo a los de Corinto les dice al respecto “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo”. ¿Te imaginas el nivel de compromiso con el llamamiento como para ponerse como ejemplo para los demás?, ¿quiénes de nosotros, ante alguien que preguntara cómo seguir a Cristo, tendríamos la voz completa para sugerir nos imitaran?

 

Como seguidores de Jesús siempre estamos buscando un referente de cómo vivir el llamamiento. Es cierto que nuestro primero y principal referente es Cristo, pero de igual manera necesitamos ver en los demás, sobre todo los que van adelante en el Camino, como poner por obra la fe que decimos profesar.

 

Pablo escribiendo a los hebreos reconoce esto pero al mismo tiempo da una condición a evaluar para considerar la actitud de los demás, sobre todo los que deberían ser ejemplo, como algo a imitar: “Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe”.

 

Si bien Pablo aquí habla de los pastores esto mismo puede ser aplicable a todo aquel que vaya a la delantera en el llamamiento al que se ha respondido: considerad cuál haya sido el resultado de su conducta  e imitar su fe.

 

Pero la cuestión de lo que las acciones de quienes van delante en el llamamiento al que se ha respondido reflejan respecto de la fe que dicen profesar como para que se considere un ejemplo a seguir,  no es exclusivo de quienes nos llevan la delantera en el Camino sino que aplica a todos los que conformamos el Cuerpo de Cristo ya que siempre habrá alguien para quien seamos un ejemplo.

 

Pablo en su primer carta a los de Corinto señala esto al decir “no seáis motivo de tropiezo ni a judíos, ni a griegos, ni a la iglesia de Dios”, de igual forma es reiterativo en esto en su segunda carta a los mismos cuando dice “no dando nosotros en nada motivo de tropiezo, para que el ministerio no sea desacreditado”, y sobre esto de no ser tropiezo deben tenerse muy en mente aquel exhorto de nuestro Señor cuando señaló “¡Ay del mundo por sus piedras de tropiezo! Porque es inevitable que vengan piedras de tropiezo; pero ¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo!”. Pablo entendiendo esto se adelanta con su ejemplo a lo dicho anteriormente cuando señala “por esto, yo también me esfuerzo por conservar siempre una conciencia irreprensible delante de Dios y delante de los hombres”.

 

El hablar de nuestra fe con nuestras acciones es algo que queda muy claro en la Escritura, de hecho no puede entenderse lo que profesamos sino nuestro actuar no es congruente con ello, por eso Jacobo, el medio hermano de Jesús, señaló en su carta “Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras” y de igual forma, más delante en su misma carta, reitera “más sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos”, lo cual es congruente con lo dicho por Pablo a los Romanos cuando señala “porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los que cumplen la ley, ésos serán justificados”.

 

La cuestión de ser ejemplo a los demás está implícita en el llamamiento al que hemos respondido, desde esa perspectiva todos estamos llamados a ser líderes y por lo tanto a enseñar con nuestro ejemplo, ese ejemplo implica poner por obra la fe que se dice profesar e incluso demostrar con nuestras acciones nuestro pensar antes de pretender que los demás actúen en consecuencia, después de todo un buen líder siempre va al frente de sus seguidores y si vienen problemas se adelanta aún más.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 

 

Referencias:

1 Corintios 11:1; Filipenses 3:17; 1 Tesalonicenses 1:6; Hebreos 13:7; 1 Pedro 4:11; Lucas 12:42; Corintios 10:32; Hechos 24:16; Mateo 18:7; Hechos 24:16; Santiago 2:18; Mateo 7:16; Santiago 1:22; Mateo 7:24; Romanos 2:13; Lucas 6:46-48


martes, 16 de marzo de 2021

Solo se está derrotado cuando se decide dejar de luchar

 


La vida cristiana, contrariamente a lo que algunos pudieran creer, no es un remanso de tranquilidad sino está llena de  inquietud, sobre esto, Jesús mismo dijo a sus seguidores “Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo”.

 

Lo anterior hay que tenerlo muy en mente pues si uno viene a la vida cristiana con una idea de la misma que no corresponde a la realidad, bien puede decepcionarse a la primera de cambios y terminar por enfriarse.

 

Pablo escribiendo a los de Roma les señala la lucha constante que el llamamiento implica cuando les dice “no te dejes vencer por el mal; al contrario, vence el mal con el bien”, y dado que el mal es algo que impera en el mundo es más que evidente que dicha lucha no tendrá fin sino hasta que nuestro Señor regrese.

 

Ahora bien, ¿cómo lograr lo anterior?, es decir, ¿cómo no desanimarse a las primeras de cambio en la vida cristiana? En su primer carta Pedro da un consejo de extrema practicidad: “Practiquen el dominio propio y manténganse alerta. Su enemigo el diablo ronda como león rugiente, buscando a quién devorar.”

 

En la primera parte de su exhortación, ¿a qué se refiere Pedro con eso del  dominio propio? La referencia clara es a tener bajo nuestro control las pasiones desordenadas de la carne. Sobre esto, Pablo escribiendo a los de Colosas les dice “Amortiguad [otras versiones dicen “mortificad” o “haced morir”], pues, vuestros miembros que están sobre la tierra: fornicación, inmundicia, molicie, mala concupiscencia, y avaricia, que es idolatría: cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia”.

 

Pero la exhortación de Pedro tiene otra arista relacionada con el mantenerse alerta ya que nuestro Enemigo busca a quien devorar. Este mantenerse alerta señala al Enemigo en sí, pero también al Mundo y a la Carne, como señalaba Juan en su primera carta “porque todo lo que hay en el mundo, es decir, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo”. Pero en cuanto a ese estar alerta, dicho exhorto lleva implícita la necesidad de una vida espiritual, vida espiritual que Jesús dejó muy clara cuando señaló “velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil”.

 

Pero todo lo anterior no tendría sentido si en algún punto del Camino, como se dice popularmente, tiramos la toalla y desistimos de seguir avanzando a las promesas que se nos han dado. Esto lo dejó muy claro nuestro Señor cuando en Revelación señala “no temas en nada lo que vas a padecer. He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida” y cuando en ese mismo libro dice “he aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona.”

 

La vida cristiana es una lucha constante, pero como escribió Pablo a los de Roma, “tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse”, después de todo solo se está derrotado cuando se decide dejar de luchar.

 

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

Juan 16:33; Hechos 14:22; 2 Corintios 2:14; Romanos 12:21; Proverbios 16:32; 1 Pedro 3:9; Colosenses 3:5-7; Marcos 7:21; Romanos 6:13; 1 Juan 2:16; Romanos 13:14; Gálatas 5:17,24; Mateo 26:41; Marcos 14:38; Lucas 21:36; Revelación 2:10; 3:11; Romanos 8:18; 2 Corintios 4:17; 1 Pedro 4:13


martes, 9 de marzo de 2021

Superar un reto te capacita para, por un lado, esperar un reto mayor, y por otro, ayudar a otros a superarlo

 


La cuestión de los tropiezos, la caídas que en nuestro andar por el Camino experimentamos es algo complejo de entender y difícil de aceptar.

 

Al venir a salvación respondiendo al llamado del Padre, uno puede tener la idea de que a partir de ahí todo irá, como se dice coloquialmente, como miel sobre hojuelas y que las batallas que contra el Enemigo, el Mundo o la Carne enfrentemos serán ganadas fácil y a la primera, después de todo tenemos el Espíritu de Dios, ¿por qué habría ser de otra forma?

 

Más sin embargo, ¿cuál es la realidad?, tropiezos y caídas en nuestro andar. ¿Cómo entender esto?, ¿cómo aceptarlo?

 

Entendamos una cosa, al nacer del agua, es decir, al ser bautizados, hemos nacido de nuevo, y ¿cuál es la condición de un recién nacido?, así es: alguien que apenas inicia una nueva vida debiendo crecer, fortalecerse, madurar, ¿y cuál es el mayor indicativo de aquello que le hace falta para alcanzar esto último?, exacto: las cosas que aún no puede hacer.

 

Cuando un niño da sus primeros pasos se tropieza, señal de que le falta mejorar en eso; cuando un niño quiere expresarse pero no sabe escribir, señal de que necesita aprender eso; cuando un niño quiere vestirse solo y no puede, señal que necesita ser instruido en ello.

 

De igual forma el cristiano, ante cada tropiezo, cada caída que experimenta, en vez de pensar que no es digno del llamamiento al que respondió, más bien debe verlo como un área de oportunidad para crecer, para fortalecerse, para madurar.

 

Esto es expresado por Pablo cuando señala que ese crecimiento, ese fortalecimiento, esa maduración, se va dando en nuestra vida “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”, ¿te fijas?, “hasta que todos lleguemos a […] la estatura de la plenitud de Cristo”, eso quiere decir, que de inicio no tenemos esta estatura pero que es factible alcanzarla, ¿y mientras tanto?, pues tendremos tropiezos, tendremos caídas, que nos señalaran aquellas áreas que debemos seguir trabajando con la ayuda del Espíritu de Dios.

 

Pero ahí no termina esto ya que la idea del crecimiento entre los miembros del Cuerpo de Cristo implica que aquellos que en el Camino llevan la delantera deben ayudar a los que inician apenas el andar, como dice Pablo escribiendo a los hebreos, estimulándonos “unos a otros al amor y a las buenas obras”, y a este respecto, escribiendo a los de Roma, señalando que “los que [son] fuertes, [deben] sobrellevar las flaquezas de los débiles”.

 

Venir a salvación no es llegar a una meta sino iniciar un andar que nos llevara a las promesas del Padre, ese andar nos irá señalando, con los tropiezos y caídas que experimentemos, aquellas áreas que debemos seguir trabajando, de igual forma, el crecimiento, el fortalecimiento, la madurez que vayamos adquiriendo nos irán capacitando para ayudar a los detrás de nosotros van de igual forma hacia lo prometido, después de todo superar un reto te capacita para, por un lado, esperar un reto mayor, y por otro, ayudar a otros a superarlo.

 

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

Juan 3:5; Ezequiel 36:26; Efesios 5:26; 1 Corintios 14:20; Efesios 4:13; Gálatas 4:19; Hebreos 10:24; 1 Corintios 10:33; Gálatas 6:1; Romanos 15:1; 1 Tesalonicenses 5:14; Efesios 6:10


martes, 2 de marzo de 2021

Tu no escoges muchas de las batallas que pelearas en tu vida, pero si puedes elegir la actitud con la que lo harás



Vamos viendo algunas de las realidades del llamamiento al que hemos respondido. En su momento, Jesús dijo a sus seguidores, y en su figura a todos los que en su momento le seguirían, “Y guardaos de los hombres, porque os entregarán a los concilios, y en sus sinagogas os azotarán; y aun ante gobernadores y reyes seréis llevados por causa de mí, para testimonio a ellos y a los gentiles… El hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y los hijos se levantarán contra los padres, y los harán morir. Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; más el que persevere hasta el fin, éste será salvo”.

 

Seamos honestos: para los que hemos respondido el llamamiento de Jesús, esa perspectiva no es para nada halagüeña, ¿quién quisiera ser azotado, entregado, aborrecido o muerto?, es cierto que, como dice Pablo, “los sufrimientos de este tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria que nos ha de ser revelada”, con todo y todo, el escenario para los que sigamos a Jesús no es del todo agradable.

 

Lo más lógico, humanamente hablando, es que ante esa perspectiva la actitud del creyente fuera más bien triste, apesadumbrada, pero, dado que al recibir el Espíritu de Dios mediante la imposición de manos después de bautizarnos, bien puede decirse que ya no estamos solos en esta batalla y que ese mismo Espíritu permite que vivamos una vida de alegría, gozo, paz y esperanza inentendible para los que viven en el mundo, por el mundo y para el mundo.

 

Pablo, entendiendo esto, señala la manera en que debe comportarse un seguidor de Cristo: “Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros. En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor;  gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la oración;  compartiendo para las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad. Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis”.

 

Pero Pablo no era el que solo decía, sino que también hacía. Cuando le encerraron a él y a Silas, ¿qué se pusieron a hacer a medianoche?, ¿llorar, amargarse, entristecerse?, “pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían”.

 

“Esto es imposible” —podrá decir alguien, ¡y tiene razón!... humanamente hablando, pero lo que es imposible para el hombre es posible para Dios, es por eso que Él nos ha dado de su Espíritu, ese Espíritu que nos permite experimentar esa paz que Cristo nos da, no como la del mundo, sino como la que Dios da.

 

Cristo nunca engañó a sus seguidores, claramente dijo que el seguirle implicaba no solo esfuerzo sino sacrificio, sabemos que los promesas exceden con mucho lo que ahora padezcamos, con todo y todo el Espíritu nos ayuda en el presente siglo para pasar por las tribulaciones con gozo y esperanza, claro: si es que le dejamos hacer su trabajo, después de todo tu no escoges muchas de las batallas que pelearas en tu vida, pero si puedes elegir la actitud con la que lo harás.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

Mateo 10:17-18, 21-22; Hechos 5:40-41, Romanos 8:18; 2 Corintios 4:17; Romanos 12:10-14; 2 Corintios 4:17; Lucas 18:27; Mateo 19:26; Juan 14:27; Filipenses 4:7