martes, 29 de septiembre de 2020

En la vida, los demás te podrán acompañar, pero eres tu quien debe caminar

 


En la vida cristiana, el compañerismo, la fraternidad que al interior de la congregación, como parte del Cuerpo de Cristo, se dé, es algo no solo deseable sino incluso necesario. Sobre esto, Pablo escribiendo nos insta diciendo “antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado … [considerando] …cómo estimularnos unos a otros al amor y a las buenas obras”, de igual forma Judas en su carta señala “pero vosotros, amados, edificándoos en vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo, conservaos en el amor de Dios, esperando ansiosamente la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna”.

 

Pero ese compañerismo, esa fraternidad, no deben confundirse con desidia o negligencia ya que el llamamiento, y la respuesta a éste, es personal e individualísima; en el mismo sentido, la exigencia de resultados que a cada quien se le pedirá, y por la que habrá reconocimiento o condena, será propia y particular, como dice nuestro Señor en el libro de Revelación: “y he aquí, yo vengo presto, y mi galardón está conmigo, para recompensar a cada uno según fuere su obra”.

 

En su carta a los Romanos, Pablo diserta sobre aquellos que andando desordenadamente quieren comer el pan de balde diciendo “si alguno no quiere trabajar, tampoco coma” y sobre aquellos que pensaban en otro sentido Pablo les insta diciendo “a los tales mandamos y exhortamos por nuestro Señor Jesucristo, que trabajando sosegadamente, coman su propio pan”.

 

Esta cita tiene un entendimiento natural donde cada miembro del Cuerpo de Cristo debe trabajar para conseguir aquello que supla sus necesidades materiales, pero de igual forma contiene comprensión espiritual pues implica ese esfuerzo requerido para andar por el Camino.

 

El pan en la Escritura, aparte de la connotación natural del término, tiene un significado espiritual que apunta, por un lado, a la Palabra escrita, “más él respondiendo, dijo: Escrito está: No con solo el pan vivirá el hombre, mas con toda palabra que sale por la boca de Dios”, y por otro lado a la Palabra hecha carne, “Jesús les dijo: Yo soy el pan de la vida; el que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed”, de esta forma, el trabajar para comer el propio pan, como exhortaba Pablo, también tiene un referente espiritual referido a ese crecer en el conocimiento de Dios y Su hijo.

 

Estar en la Congregación solo recibiendo, por muy loable que sea para la propia edificación, no cumple el requerimiento esperado de todo hijo de Dios de trabajar por su cuenta, de aplicar el propi esfuerzo en crecer en ese conocimiento de Dios y Su Hijo, ¿cómo?, estudiando por cuenta propia, orando y meditando a horas y deshoras, no nomás estar esperando para lo que en la Congregación, quienes enseñan, tengan que compartir, sino analizando, indagando, escudriñando, pidiendo a Dios Su luz para entender las verdades que Él quiera revelar, como nuestro Señor aconsejó en su momento “pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá”, lo cual, por cierto, también tiene esa connotación espiritual referida al conocimiento, al entendimiento, a la comprensión de las verdades divinas.

 

Andar por el Camino no debe confundirse con ser parte de la Congregación, ¡se puede ser parte y estar estáticos!, andar por el Camino requiere de esfuerzo personal para crecer en el conocimiento de Dios y Su Hijo, después de todo en la vida, los demás te podrán acompañar, pero eres tu quien debe caminar.


 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx



Referencias:

Hebreos 3:13; 10:24; Judas 1:20-21; Colosenses 2:7; Revelación 22:12; Romanos 2:6; 2 Tesalonicenses 3:6-15; Mateo 4:4; Lucas 4:4; Juan 6:35; 1 Corintios 10:16-18; Juan 17:3; 2 Corintios 4:6; Mateo 7:7; Jeremías 29:13


martes, 22 de septiembre de 2020

En tu andar por la vida recuerda que mientras más cosas cargues más lento vas y más pronto te cansas

 


Uno de los fundamentos de la vida cristiana, es que, cuando una vez entendidas las verdades básicas espirituales, uno arrepentido viene al bautismo y mediante la imposición de manos recibe el Espíritu Santo, puede decirse que ha nacido de nuevo, pero curiosamente, y aunque esto es algo que se entiende, en muchas ocasiones pareciera que uno sigue cargando con la vida anterior y, peor aún, con los errores que comete en la nueva vida.

 

Claramente Pablo en su segunda carta a los de Corinto les dice que “si alguno está en Cristo, nueva criatura [es]; las cosas viejas pasaron; he aquí, son hechas nuevas”, pero, siendo honestos, ¿cuántas veces uno ha escuchado, e incluso uno mismo ha dicho, cuestiones que le pesan de la vida pasada o errores cometidos en la vida actual, cosas que no puede uno mismo perdonarse?

 

La frase de Jesús a quien desee seguirlo referida a que “Nadie, que después de poner la mano en el arado mira atrás, es apto para el reino de Dios”, no solo apunta a dejar la vida pecaminosa y rebelde que se tenía antes de venir a la salvación, sino a todo aquello que siendo del hombre viejo no abona en nada para la nueva vida e incluso para los errores que en la nueva vida se cometan ya que ambas cosas más bien tiene  la capacidad de detener nuestro andar por el Camino.

 

De manera natural estamos hechos para que aquellos errores que se cometen, con el ánimo de aprender de ellos, nos causen dolor, tristeza, sufrimiento, pero uno no puede estar con la mirada puesta en ellos ya que, siguiendo la analogía de andar por el Camino, las promesas entregadas están delante de uno, no atrás en el pasado.

 

Tanto los errores cometidos por el hombre viejo como los errores que se cometan con el hombre nuevo, conllevan el mismo trato: “si alguno peca —escribe Juan en su primera carta—, Abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo”, de esa forma el arrepentimiento es la manera en que, tanto para dejar la vida anterior como para nuestro andar en la nueva vida, tenemos para reconciliarnos con el Padre por los méritos de la sangre de Jesús —arrepentimiento que de igual forma debe buscar enmendar el daño hecho a los demás procurando la reconciliación con ellos—, mostrando de esta forma que, aunque nuestra carnalidad sigue presente, el llamado a alcanzar las promesas nos hace reconocer los errores que en el andar podamos cometer.

 

Pero de igual forma, no puede uno estar viendo esos errores, esos tropiezos, esas caídas, no es a eso a lo que se está llamado, luego entonces de nuevo deben ponerse los ojos en las promesas que se han sido dadas para seguir nuestro andar por el Camino así como poner la mirada en Aquel que nos ha llamado para formar parte de Su familia, como Pablo expresaba a los de Filipo “Hermanos, yo mismo no considero haber lo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante, prosigo hacia la meta para obtener el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”.

 

Los errores, vaya: los pecados que cometimos antes de venir a salvación no puede ser aquello que defina lo que en el nuevo hombre somos, de igual forma los tropiezos y caídas que en el Camino que en el hombre nuevo tengamos no deben minar nuestro andar, dejar que eso defina la salvación a la que hemos sido llamado y el alcance de las promesas que se nos han sido entregadas solo conlleva desgaste y cansancio con el riesgo de no llegar a la meta, después de todo en tu andar por la vida recuerda que mientras más cosas cargues más lento vas y más pronto te cansas.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

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Referencias:

Hechos 2:38; Romanos 6:3; Hechos 8:17; 1 Timoteo 4:14; Juan 3:5; 1 Corintios 15:50; 1 Pedro 1:23; Juan 1:13; 2 Corintios 5:17;  Romanos 6:4; Lucas 9:62; Hebreos 10:38; Filipenses 3:13-14; Hebreos 6:1; 1 Juan 2:1; Hebreos 7:25


martes, 15 de septiembre de 2020

Quien critica algo tiene la obligación de proponer, no una, sino al menos tres formas de mejorar lo que señala

 


Como parte de la congregación, la pregunta que todo cristiano siempre se hace es ¿debo opinar o solamente acatar? Ambas opciones tiene sus pros y sus contras y ambas deben verse a la luz de la Escritura.

 

El opinar implica posibilidad de mejorar aspectos de la congregación, pero igual de tender al caos si cada quien considera tener la razón; por otra parte, si sólo se acata se mantiene el orden, pero de igual forma pueden solaparse desviaciones vivenciales e incluso doctrinales. ¿Cuál es el punto medio?

 

Aclaremos dos cosas de inicio. Una es que la obediencia a nuestras autoridades en la iglesia es algo que la Palabra exhorta a todos los miembros del Cuerpo de Cristo, claramente Pablo escribiendo a los Hebreos señala “obedeced a vuestros pastores y sujetaos [a ellos,] porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta. Permitidles que lo hagan con alegría y no quejándose, porque eso no sería provechoso para vosotros”; la otra cosa es que de igual forma el opinar es necesario en la iglesia para mejora de la misma, incluso la Palabra exhorta a la edificación mutua la cual solo puede darse en ese contexto tal como lo señala Pablo escribiendo a los de Éfeso cuando dice “no salga de vuestra boca ninguna palabra mala, sino sólo la que sea buena para edificación, según la necesidad [del momento,] para que imparta gracia a los que escuchan”; pero ambas cosas deben darse, como dice Pablo en su primer carta a los de Corinto “decentemente y con orden”.

 

Esto último, que bien puede ser la guía para arcar nuestra participación en el Cuerpo de Cristo, puede resumirse en el exhorto de Pablo a los de Roma cuando les dice “así que procuremos lo que contribuye a la paz y a la edificación mutua”, de esta forma uno puede opinar, pero no fomentar la desobediencia a las autoridades de la iglesia; uno puede proponer, pero no indecentemente y con desorden; uno puede plantear, pero sin imponer ni mucho menos con ánimo de destruir lo edificado.

 

De esta forma, las ideas que uno pudiera creer que son para edificación del Cuerpo de Cristo deben pasar tres cedazos, no solo uno referido a si lo que se va a expresar se considera procedente, sino también el cedazo del respeto a las autoridades, y el cedazo del orden, la decencia y la edificación, de esta forma lo propuesto presentará no solo la idea, la cual podría ser de beneficio a la congregación, sino que también respetará a las autoridades establecidas, lo cual es requisito para el propósito de la iglesia, y fomentará en ella, a través del orden, la decencia y la edificación, la armonía, la virtud y el desarrollo.

 

Todos tenemos en mente cosas que pudieran mejorarse en la congregación, en la medida que el Espíritu mueva puede uno proponerlas a la misma, considerando las formas y el fondo, como dice Pablo escribiendo a los de Éfeso “[esforzándonos] por preservar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz”, después de todo quien critica algo tiene la obligación de proponer, no una, sino al menos tres formas de mejorar lo que señala.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

Hebreos 13:17; 1 Corintios 16:16; 1 Tesalonicenses 5:12; Efesios 4:29; Romanos 15:2; 1 Tesalonicenses 5:11; Romanos 14:19; 2 Corintios 13:11; Colosenses 3:12-15; Efesios 4:3; Hebreos 12:14; Santiago 3:13-18


martes, 8 de septiembre de 2020

Opiniones sin acciones son solo buenas intenciones



Constantemente la Escritura nos insta a crecer en el conocimiento de Dios y Su Hijo, de hecho usando la analogía del alimento líquido y el alimento sólido se nos insta a pasar de las verdades de salvación a las verdades de comprensión, con todo y todo el énfasis que ante esto siempre hace la Palabra es a poner por obra nuestra fe.

 

¿Te has dado cuenta como casi para cualquier pregunta que sobre la Escritura se tenga siempre habrá alguien que de lo mismo tenga una opinión? Eso no está mal, al contrario, debemos escudriñar las verdades que Dios mismo ha puesto en Su palabra, como la misma Escritura dice “es gloria de Dios ocultar un asunto, y honra del rey investigarlo”, pero si lo único que se tiene es información, la misma, al estar sin fruto, es decir, al no ser puesta por obra, se vuelve estéril en sí misma.

 

El desarrollo armónico del cristiano está en función tanto de la fe como de las obras, la primera nos permite crecer en ese conocimiento de Dios y Su Hijo comentado al inicio, lo segundo nos permite ponerla por obra dando frutos en abundancia de perfección y santidad. Lo primero, la fe, nos es requerida para saber qué hacer, por qué hacerlo y para qué hacerlo; lo segundo nos es necesario para la introyección en nosotros mismos y en los demás de aquellas verdades reveladas a través del hacer.

 

La forma de mantener ese equilibrio pasa por que, en cada nueva comprensión que sobre las verdades divinas se tenga, se haga la pregunta ¿cómo puedo aplicar esto en mi vida?, créeme: no hay nada de ello que no tenga aplicación práctica en lo que somos y en lo que hacemos, solo que esa aplicación debe ser descubierta por nosotros, claro con la ayuda del Espíritu de Dios, si no fuera así la misma Escritura no nos instaría diciendo “sed hacedores de la palabra y no solamente oidores que se engañan a sí mismos”, porque la Palabra no se circunscribe sólo a los mandamientos o el resto de las ordenanzas sino a toda la Escritura.

 

Ahora bien, esa comprensión que se va adquiriendo, la cual debe ir aunada a ponerla por obra, debe empezar por uno mismo, ¿por qué se comenta esto?, porque puede caer uno en el error, sobre todo de las verdades de comprensión, de pretender que todos los demás piensen de la misma forma y actúen en consecuencia ante ello.

 

Las verdades de salvación, los principios doctrinales, son de aplicación general, pero las verdades de comprensión son de aplicación particular, claro que ambas deben ser compartidas, pero nunca pretender imponer las segundas como si fueran las primeras pues la manera en que cada quien crece en ese conocimiento de Dios es particularísima.

 

Por último, si esa comprensión que se va adquiriendo no lo hace a uno más humilde, más sencillo, más empático sino que al contrario lo vuelve orgulloso, complicado y egoísta, créeme: mejor hubiera sido quedarse sin ese conocimiento que lo único que genera es hincharnos. Pero no todo está perdido, incluso si así es, uno puede pedir a Dios trabaje en nuestro corazón para que avanzando en Su camino seamos cada vez más semejantes a Su Hijo, después de todo es más que claro, respecto del llamamiento al que hemos respondido, que opiniones sin acciones son solo buenas intenciones.

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

2 Pedro 3:18; Colosenses 1:10; 1 Corintios 3:2; Hebreos 5:14; Santiago 4:17; Lucas 12:41-48; Proverbios 25:2; Deuteronomio 29:29; Santiago 1:22; Mateo 7:21-25; 1 Pedro 4:17;  1 Corintios 8:1; Isaías 5:21; 1 Corintios 8:2,4,7,11; Salmos 51:10; 2 Corintios 5:17; Efesios 2:10 

martes, 1 de septiembre de 2020

Un buen líder sabe que el logro de sus metas está en función de que sus seguidores logren las de ellos

 


Si bien la respuesta al llamamiento y la obtención de las promesas dadas es  individual, no por ello eso quiere decir que la vida cristiana sea egoístamente en soledad. En muchas partes de las Escritura se insta a los fieles, a los miembros del Cuerpo de Cristo, a apoyarse mutuamente, incluso a sobrellevar unos las flaquezas de otros, en otras palabras, a demostrar un liderazgo fraternal los unos con los otros.

 

Esto es principalmente preponderante quienes en la iglesia de Dios tiene algún tipo de liderazgo, ahora bien, este liderazgo no se refiere exclusivamente a las autoridades establecidas en la grey sino a todo aquel que de alguna manera sirva de ejemplo, de instrucción, de corrección, de edificación a los demás.

 

Sobre los primeros, a saber: las autoridades establecidas en la congregación, la Escritura es muy clara cuando señala que “puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de lenguas” . Estos tiene una gran responsabilidad sobre la grey pues, como les escribe Pedro en su primer carta, el deber de estos es “apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto;  no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey”.

 

Pero esto no exime al resto de los miembros del Cuerpo de Cristo en la edificación mutua que se deben pues, como escribe Pablo en su primer carta a los de Corinto, “pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho.  Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu;  a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu.  A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas.  Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere”.

 

Esta responsabilidad que tenemos unos para con otros en la iglesia de Dios nos fue señalada por nuestro Señor cuando señaló “por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano.  Más si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra.  Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano”, de igual forma Pablo confirma esto al escribir a los de Galacia diciendo “hermanos, aun si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradlo en un espíritu de mansedumbre, mirándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. Llevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo”.

 

“¿Y cuál es la meta de todo esto?” —podrá alguien preguntar, la respuesta es “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”, en tanto no se cumpla esto aún hay trabajo por hacer referido a ese liderazgo fraternal que nos debemos los unos con los otros, después de todo un buen líder sabe que el logro de sus metas está en función de que sus seguidores logren las de ellos.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

Job 34:11; Mateo 16:27; 1 Tesalonicenses 5:11; Hebreos 3:13; Gálatas 6:2; Romanos 15:1; 1 Corintios 12:28; 1 Pedro 5:2-3; 1 Corintios 12:7-11; Mateo 18:15-17; Gálatas 6:1-2; Efesios 4:13