A
veces lo ajetreado de la vida dificulta, más no impide, que hagamos algunas
reflexiones sobre lo que somos, lo que tenemos y lo que estamos llamados a ser.
El Rey David, reflexionando sobre esto, se asombraba diciendo “cuando veo tus
cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú has establecido, digo:
¿Qué es el hombre para que de él te acuerdes, y el hijo del hombre para que lo
cuides? ¡Sin embargo, lo has hecho un poco menor que los ángeles, y lo coronas
de gloria y majestad! Tú le haces señorear sobre las obras de tus manos; todo
lo has puesto bajo sus pies: ovejas y bueyes, todos ellos, y también las
bestias del campo, las aves de los cielos y los peces del mar, cuanto atraviesa
las sendas de los mares”.
Tenemos
la mente para pensar y, como dice el Rey Salomón “el que adquiere cordura a sí
mismo se ama, y el que retiene el discernimiento prospera”. Tenemos el corazón
para sentir y, de igual forma Salomón señala “por sobre todas las cosas cuida
tu corazón, porque de él mana la vida”. Tenemos la vida para compartir y, sobre
esto, la Escritura señala que “creó, pues, Dios al hombre a imagen suya, a
imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”.
Por
eso la Palabra señala, respecto de estos tres elementos —a saber: mente,
corazón y vida— “ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y
con toda tu mente”.
Con
todo y todo también la Escritura nos previene. De la mente señala, en palabras
de Pablo escribiendo a los de Éfeso “así que tengan cuidado de su manera de
vivir. No vivan como necios sino como sabios, aprovechando al máximo cada
momento oportuno, porque los días son malos”. Del corazón el Profeta Jeremías
escribe “nada hay tan engañoso como el corazón. No tiene remedio. ¿Quién puede
comprenderlo?”. Y de la vida, nuestro Señor indica “pues ¿qué provecho obtendrá
un hombre si gana el mundo entero, pero pierde su alma? O ¿qué dará un hombre a
cambio de su alma?”
¿Qué
puede entonces hacerse? Respecto de la
mente seguir el consejo de nuestro Señor quien señaló “por tanto, todo el que
me oye estas palabras y las pone en práctica es como un hombre prudente que construyó
su casa sobre la roca”. Respecto del corazón decir como el Rey David “crea en
mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva la firmeza de mi espíritu”. Y
respecto de la vida, también el Rey David señala “hazme saber mi fin, y cuál es
la medida de mis días, para que yo sepa cuán efímero soy”.
¿Te
das cuenta de la trampa? No podemos hacer lo que de nosotros se espera por
nosotros mismos, ¡es como si trataras de jugar a las vencidas contigo mismo!
Tienes mente para pensar, corazón para sentir, y vida para compartir, ¿qué más
necesitas? ¡Necesitas el Espíritu de Dios!
El
Espíritu de Dios nos da poder, nos consuela, intercede por nosotros, nos
concede dones, nos habilita para dar frutos, nos vuelve un templo viviente, y
nos hace saber, entender y comprender que Dios es nuestro Padre. Ahora bien,
hay un requisito para que el Espíritu de Dios logre lo anterior en nosotros: no
contristarlo, ¿y cómo cuidar de esto? “quítense de vosotros toda amargura,
enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos
con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os
perdonó a vosotros en Cristo”.
El
Espíritu de Dios, recibido al bautizarnos para limpiarnos de nuestros pecados y
recibirle mediante la imposición de manos, es lo que viene a dinamizar nuestra
mente, nuestro corazón y nuestra vida para vivir de manera perfecta y santa
ante Dios tal y como se espera de nosotros, así que ya sabes la respuesta a la
reflexión referida a que tienes mente para pensar, corazón para sentir, y vida
para compartir, ¿qué más necesitas?
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Salmos
8:3-8; Proverbios 19:8; Juan 14:21; Proverbios 4:23; Génesis 1:26-27; Mateo
22:37; Jeremías 17:9-10; Mateo 16:26; Lucas 9:25; Mateo 7:24; Salmos 51:10; Hechos
15:9; Salmos 39:4; Hechos 1:8; Juan 15:26; Romanos 8:26; 1 Corintios 12:4-11; Gálatas
5:22-23; 1 Corintios 6:19; Romanos 8:15; Efesios 4:30; 1 Tesalonicenses 5:19; Efesios
4:31-32
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