miércoles, 29 de enero de 2020

Cada sueño se busca, se acecha, se caza, y una vez que se ha conquistado ¡se va por el siguiente!



La vida cristiana es de triunfo en triunfo, es lo dice claramente la Escritura, más sin embargo, y con base en la evidencia de nuestra vida, en ocasiones es difícil ver esto, más aún comprenderlo, cuando más que éxitos completos, totales y definitivos, lo que vemos es un andar lleno de tropiezos.

Lo anterior puede llegar a desmotivar en el andar, pero esto solamente será así si es nuestro criterio, nuestro pensamiento, el que por sí y para sí establece los objetivos esperados, el esfuerzo requerido y los resultados conseguido, pero la realidad es que es Dios quien en nuestra vida nos va moldeando.

La Escritura presenta muchos símbolos del proceso que Dios está llevando en cada uno de los elegidos, uno de esos es asemejarnos a un vaso en la mano del alfarero, siguiendo ese símil podemos ver cómo es que el vaso, frustrado ante lo que le sucede –y estableciendo su criterio, su pensamiento por encima de los de su hacedor-, lo cuestiona. Isaías, escribiendo sobre esto, señala “¡Ay del que pleitea con su Hacedor!, ¡el tiesto con los tiestos de la tierra! ¿Dirá el barro al que lo labra: “¿Qué haces?”; o tu obra: “¿No tiene manos?”?, haciendo eco sobre esto Pablo escribe a los Romanos diciendo “Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así?”.

El andar por el Camino no está exento de tribulaciones, pero, como Pablo, bien podemos decir “¿quién nos separará del amor de Cristo?, ¿tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?  Como está escrito:    Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó”.

Pero entonces ¿qué hay de las caídas, de los tropiezos?, si no te quedas tirado en el Camino, si aprendes de ello, si arrepentido vuelves a tu andar, no has fracasado en tu llamamiento, simplemente estás en proceso de alcanzar aquello para lo que fuiste llamado, ¿y a qué fuiste llamado? A reflejar la imagen de Cristo quien a su vez es imagen del Dios invisible, “nosotros todos, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu”.

La diferencia entre el justo y el impío, ante las caídas, es que al primero estas no lo definen, mientras que al segundo le da lo mismo, “porque siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse; más los impíos caerán en el mal”, y si confiados estamos en Dios, si caídos nos volvemos a levantar, si fieles seguimos el Camino, incluso esas caídas, esos fracasos como podríamos verlos, terminarán obrando para nuestro bien así como la mayor gloria de Dios pues “sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”, así que visto de este modo en el Camino no hay fracasos, sino éxitos a los ojos del Padre, después de todo cada sueño se busca, se acecha, se caza, y una vez que se ha conquistado ¡se va por el siguiente!


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor


Referencias:
2 Corintios 2:14; Juan 16:33; Romanos 9:20; Isaías 45:9; Romanos 8:35-37; Juan 10:28; 2 Corintios 3:18; Romanos 8:29; 1 Juan 3:2; Colosenses 1:15; Hebreos 1:3; Romanos 8:28; 2 Corintios 5:1

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