miércoles, 22 de enero de 2020

Todo gran sueño implica grandes sacrificios, pero estos se compensan con creces con la conquista de la meta



El ser humano, por naturaleza, está lleno de sueños, sueños en el entendido de las metas y objetivos que se plantea para su vida, de aquellas cosas que desea lograr, sea ser más o bien tener más; esta naturaleza también se ve reflejada en los elegidos más sin embargo las promesas que estos han recibido por parte del Padre, promesas que motivan a andar por el Camino, y que si bien implican sacrificios, a diferencia de cualquier otra que uno pudiera plantearse, son promesas eternas.

Piensa en algo que en alguna ocasión te hayas planteado, ahora piensa en todo aquello que tuviste que hacer para conseguirlo; como podrás darte cuenta, mientras mayor es lo que se busca, mayor es lo que tiene que darse a cambio para conseguirlo. El camino a la eternidad es igual, ya que como dijo Jesús “todo el que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o hijos o tierras por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna”.

Con todo y todo, y a diferencia de lo que uno pudiera plantearse de manera personal y obtener en el presente siglo, las promesas del Padre exceden lo que uno pudiera entregar a cambio y, por lo tanto, compensan de manera infinita cualquier sacrificio que uno pudiera hacer, como escribió Pablo a los Romanos “considero que los sufrimientos de este tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria que nos ha de ser revelada”, y escribiendo a los de Corinto en su segunda carta les aclara lo anterior el señalar que “esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria”.

Pero si bien las promesas del Padre recibidas exceden infinitamente cualquier sacrificio que en el presente siglo pudiera hacerse para conseguirlas, dicho sacrificio sigue presente, y dado que éste es más real para los elegidos que las promesas, al estar estas últimas aún para realizarse en el futuro, debe tenerse cuidado de no poner la vista en lo que se padece sino más bien en aquello que se procura, como señala Pablo en su primer carta a los de Corinto “todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible”.

Pero entonces, ¿cómo hay que tomar las adversidades que los elegidos padecen?, sabiendo, como Pablo escribió a los de Roma, que “para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito”; entendiendo que firmes debemos permanecer para que nadie nos arrebate la corona que tenemos prometida ya que no sólo son los llamados y elegidos los que heredaran el reino sino aquellos que, además, sean hallados fieles; y comprendiendo, como se comentó anteriormente, que lo prometido por el Padre es superior, mucho muy superior, a cualquier adversidad, a cualquier tribulación que podamos padecer, como dice Jesús por medio de Juan “al vencedor, le concederé sentarse conmigo en mi trono, como yo también vencí y me senté con mi Padre en su trono”.

“Nosotros [-escribió Pablo-] siempre tenemos que dar gracias a Dios por vosotros, hermanos amados por el Señor, porque Dios os ha escogido desde el principio para salvación mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad”, más sin embargo, como aclaró Pedro, hay que estar conscientes de que “después de que hayáis sufrido un poco de tiempo, el Dios de toda gracia, que os llamó a su gloria eterna en Cristo, El mismo os perfeccionará, afirmará, fortalecerá y establecerá”, después de todo, todo gran sueño implica grandes sacrificios, pero estos se compensan con creces con la conquista de la meta.

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor



Referencias:
Mateo 19:29; Marcos 10:29; Romanos 8:18; Colosenses 3:4; 2 Corintios 4:17; 2 Timoteo 2:10; 1 Corintios 9:25; Santiago 1:12; Romanos 8:28; 2 Corintios 5:1; Revelación 3:11; 17:14; 3:21; 2 Tesalonicenses 2:13; 1 Pedro 5:10; 1:6,7

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