La vida cristiana gira en torno a Jesús, nuestro
Salvador y Redentor. Él es la luz del mundo y quien le sigue no anda en tinieblas, con todo y todo
Él dijo a Sus discípulos, y a nosotros en su persona, que esa luz se iría de
este mundo, volviendo las tinieblas sobre el mismo, más sin embargo su presencia permanecería en
Sus seguidores.
Ahora bien, ¿qué encargo dejó Jesús a Sus
seguidores?, “vayan por todo el mundo y prediquen el evangelio a toda criatura”.
El acatar esta comisión logra que Sus seguidores, los que tienen el Espíritu de
Cristo en su corazón, sean luz del mundo.
Este cumplimiento de la comisión dada por Cristo
está condicionado: “Mientras tenéis la luz, creed en la luz, para que seáis
hijos de la luz”. Es así como tenemos que tener la luz, creer en la luz, ser
hijos –es decir demostrar- de la luz, pero si nuestro ojo está malo –como dijo Cristo-,
todo nuestro cuerpo estará lleno de oscuridad. Así que, si la luz que hay en nosotros
es oscuridad, ¡cuán grande será la oscuridad!
¿Y cómo
puede nuestro ser tener en su interior
tinieblas? “Si decimos que no tenemos pecado –como señala Juan en su primer carta-,
nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros”, Proverbios de
igual forma declara “el camino de los impíos es como las tinieblas, no saben en
qué tropiezan”, y de nuevo Juan en su primer carta declara “El que ama a su
hermano, permanece en la luz y no hay causa de tropiezo en él. Pero
el que aborrece a su hermano, está en tinieblas y anda en tinieblas, y no sabe
adónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos”.
Así tenemos esa triple encomienda si queremos
que la luz que hemos recibido brille en nosotros: reconocer nuestra naturaleza
arrepintiéndonos y volviéndonos de nuestros caminos, limpiar nuestra conciencia
y edificar nuestro entendimiento con la doctrina de la iglesia, y demostrar en
el trato con los demás –principalmente con los de la fe, pero también con el
mundo- esa fe que decimos profesar.
¿No sabéis que los injustos no heredarán el
reino de Dios? –escribía Pablo a los de Corinto-. No erréis; ni los
fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que
se echan con varones, ni los ladrones,
ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores,
heredarán el reino de Dios.
Es más que evidente que alguien que aún es
injusto, fornicario, idólatra, adúltero, afeminado, ladrón, avaro, borracho, maldiciente, estafador y demás, no
se ha arrepentido de sus caminos ni se ha vuelto de ellos, no ha limpiado su conciencia
ni edificado su entendimiento con la doctrina de la iglesia, ni demuestra en su
trato con los demás esa fe que dice profesar, siendo que en este caso las
tinieblas que hay en su interior son densas y ha dejado de ser luz del mundo
para volverse parte de la oscuridad.
Los cristianos tenemos la luz de Cristo en
nuestro interior, esa luz es la que nos guía a pesar de las tinieblas que nos
rodean, pero en nuestro andar debemos ser, como Cristo nos dijo, luz del mundo,
después de todo a veces hay que seguir caminando, incluso aunque se haya hecho
de noche.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Juan 8:12; 12:35; 14:19; 3:19; Mateo 28:19; Marcos
16:15; Lucas 24:47-48; Mateo 5:14-16; Juan 12:36; Mateo 6:23; 1 Juan 1:8; Proverbios 4:19; 1 Juan 2:10-11; 1 Corintios
6:9-10
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