martes, 15 de octubre de 2019

A veces hay que seguir caminando, incluso aunque se haya hecho de noche



La vida cristiana gira en torno a Jesús, nuestro Salvador y Redentor. Él es la luz del mundo y quien  le sigue no anda en tinieblas, con todo y todo Él dijo a Sus discípulos, y a nosotros en su persona, que esa luz se iría de este mundo, volviendo las tinieblas sobre el mismo,  más sin embargo su presencia permanecería en Sus seguidores.

Ahora bien, ¿qué encargo dejó Jesús a Sus seguidores?, “vayan por todo el mundo y prediquen el evangelio a toda criatura”. El acatar esta comisión logra que Sus seguidores, los que tienen el Espíritu de Cristo en su corazón, sean luz del mundo.

Este cumplimiento de la comisión dada por Cristo está condicionado: “Mientras tenéis la luz, creed en la luz, para que seáis hijos de la luz”. Es así como tenemos que tener la luz, creer en la luz, ser hijos –es decir demostrar- de la luz, pero si nuestro ojo está malo –como dijo Cristo-, todo nuestro cuerpo estará lleno de oscuridad. Así que, si la luz que hay en nosotros es oscuridad, ¡cuán grande será la oscuridad!

 ¿Y cómo puede nuestro ser  tener en su interior tinieblas? “Si decimos que no tenemos pecado –como señala Juan en su primer carta-, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros”, Proverbios de igual forma declara “el camino de los impíos es como las tinieblas, no saben en qué tropiezan”, y de nuevo Juan en su primer carta declara “El que ama a su hermano, permanece en la luz y no hay causa de tropiezo en él. Pero el que aborrece a su hermano, está en tinieblas y anda en tinieblas, y no sabe adónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos”.

Así tenemos esa triple encomienda si queremos que la luz que hemos recibido brille en nosotros: reconocer nuestra naturaleza arrepintiéndonos y volviéndonos de nuestros caminos, limpiar nuestra conciencia y edificar nuestro entendimiento con la doctrina de la iglesia, y demostrar en el trato con los demás –principalmente con los de la fe, pero también con el mundo- esa fe que decimos profesar.

¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? –escribía Pablo a los de Corinto-. No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones,  ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios.

Es más que evidente que alguien que aún es injusto, fornicario, idólatra, adúltero, afeminado, ladrón, avaro,  borracho, maldiciente, estafador y demás, no se ha arrepentido de sus caminos ni se ha vuelto de ellos, no ha limpiado su conciencia ni edificado su entendimiento con la doctrina de la iglesia, ni demuestra en su trato con los demás esa fe que dice profesar, siendo que en este caso las tinieblas que hay en su interior son densas y ha dejado de ser luz del mundo para volverse parte de la oscuridad.

Los cristianos tenemos la luz de Cristo en nuestro interior, esa luz es la que nos guía a pesar de las tinieblas que nos rodean, pero en nuestro andar debemos ser, como Cristo nos dijo, luz del mundo, después de todo a veces hay que seguir caminando, incluso aunque se haya hecho de noche.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor


Referencias:
Juan 8:12; 12:35; 14:19; 3:19; Mateo 28:19; Marcos 16:15; Lucas 24:47-48; Mateo 5:14-16; Juan 12:36; Mateo 6:23; 1 Juan 1:8;     Proverbios 4:19; 1 Juan 2:10-11; 1 Corintios 6:9-10

No hay comentarios:

Publicar un comentario