La vida cristiana no es fácil, si así lo fuera no se
requeriría de la ayuda del Espíritu Santo para avanzar en el Camino, pero dada
que la naturaleza humana es contraria a la naturaleza de Dios hay cosas
relacionadas con el llamamiento que nos son complicadas de entender y mucho más
de hacer, una de estas cosas es la manera en que debemos tratar al prójimo.
La naturaleza humana, codiciosa y egoísta, ve como
incomprensibles las palabras de Jesús cuando señalaba la vigencia del amar al
prójimo como a uno mismo, aclarando que esto no aplica sólo a aquellos que nos
aman ya que si así fuese ¿qué mérito tendríamos? “Pero a vosotros los que oís,
os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen; bendecid a los que os maldicen, y orad por los
que os calumnian. Al que te hiera en una
mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite la capa, ni aun la
túnica le niegues. A cualquiera que te
pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva”.
Dado que lo anterior es complicado, la naturaleza
humana tiende a rebelarse, es por ello que Pablo exhorta a los de Galacia diciéndoles,
y en su figura a nosotros, “no nos cansemos de hacer el bien, pues a su tiempo,
si no nos cansamos, segaremos”. El cansarse de hacer el bien es natural,
natural respecto de lo humano, pero Dios, “que hace salir su sol sobre malos y
buenos, y que hace llover sobre justos e injustos”, desea que desarrollemos Su
carácter por lo que nos infunde luz y
fortaleza para llegar a ello, “los que esperan en el SEÑOR renovarán sus
fuerzas; se remontarán con alas como las águilas, correrán y no se cansarán,
caminarán y no se fatigarán”.
“Por tanto, mis amados hermanos [-escribe Pablo a
los de Corinto-], estad firmes, constantes, abundando siempre en la obra del
Señor, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano”, más sin embargo
una cosa es que no sea en vano y otra que los frutos esperados vayan a ser
abundantes ya que “el que siembra escasamente, escasamente también segará; y el
que siembra abundantemente, abundantemente también segará”.
Si bien las citas anteriores plantean el ideal de
vida del cristiano, es necesario reconocer que aún nos encontramos lejos de
ello y por eso mismo estirarnos, como Pablo, para alcanzar las promesas, “No
que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si
logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya
alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y
extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo
llamamiento de Dios en Cristo Jesús”
Como escribía Santiago, “por tanto, hermanos, sed
pacientes hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el fruto
precioso de la tierra, siendo paciente en ello hasta que recibe la lluvia
temprana y la tardía”, después de todo la lluvia hasta en el desierto cae... ¡y
lo hace florecer! Síguelo intentando.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Romanos 8:5; Mateo 22:39; Lucas 6:32; Lucas 6:27-30;
Gálatas 6:9; Mateo 5:45; Isaías 40:31; 1 Corintios 15:58; 2 Corintios 9:6; Filipenses
3:12-14; Santiago 5:7